“Rififi en la casa de los hombres” película francesa de 1955 premiada en Cannes, en México se tituló “Rififí en Paris”. Trata de un grupo de compañeros que planean un robo a una importante joyería en Paris. Fue exhibida un año después en el Cine Ocampo de Cuernavaca.

A partir de esa película se conoció como “Robo a lo Rififí” a la modalidad en la que se siguen pasos similares a los de la película, deslizándose desde altos techos, accediendo por rejillas, angostos túneles y huecos entre paredes.

Corría el año de 1956 en la apacible Ciudad de Cuernavaca cuando una tarde un grupo de muchachos de reconocidas familias, todos menores de edad, que poco antes todavía jugaban a “los encantados” en la pirámide de Teoponazolco, en el Jardín Revolución, y en el Jardín Borda donde entraban con el hijo del señor Benigno el encargado que ahí vivía. Como solía suceder, el grupo de muchachitos se juntaba en Plaza de Armas para ir al cine, en esa ocasión para ver gratis la película “Rififi en Paris” eran cinco; uno apodado “La Chona” Partida, hijo del propietario del “12 Bar” ubicado a media cuadra de la primera calle de Lerdo de Tejada cuyo techo a tres pisos de altura colindaba con el del Cine Ocampo, los otros jóvenes eran el Mario M., Mario G, el Pepe D. y otro más.

Habiendo ya trepado a la techumbre del Cine Ocampo, y descubierto una ventana que permitía el acceso a lo que fue el “Hotel Del Parque” ubicado en la misma construcción sobre ese cine, esto, cuando ambos establecimientos estaban en desuso, les permitió vivir y revivir esa aventura juvenil, recorriendo a través de pasadizos de servicios de electricidad y agua, el hotel y el cine, conectados por ductos con el contiguo “Bar BB” y la platería, estos dos negocios cuyas puertas de acceso estaban a la derecha del cine con unas pronunciadas escaleras para bajar a ellos, estaban también en el sótano junto a los baños del cine pero separados por paredes. 

Habiendo realizado ese recorrido en varias ocasiones entre muy inclinadas y resbaladizas techumbres de asbesto del cine, brincando por ventanas, pasando por accesos de servicios de tuberías y cables de electricidad, retirando una de las  rejillas se dieron cuenta de que podían tener acceso a los baños del cine ubicados en el sótano, por donde solían entrar a ver las películas de manera gratuita a través de un angosto y oscuro acceso que también llegaba al bar y a la platería. 

Motivados por el audaz robo de la película “Rififi en Paris”, tomaron la decisión de emularlo y correr la aventura más emocionante de su corta vida, porque entrar al cine y al hotel ya se había vuelto cotidiano. Y planearon al detalle meterse a la platería. Llegó el día y hora señalados, hicieron el recorrido habitual, pero esta vez siguieron adelante, y por la noche quitando una rejilla lograron entrar a la platería, cargando brazaletes, pulseras, cadenas, anillos, collares, dijes, eran alrededor de 20 kilos de plata fina, todos dudaban, se miraban, pero nadie se echaba para atrás. Salieron airosos pero temerosos de lo que habían hecho. La noticia del robo cundió por toda la pequeña pero bulliciosa ciudad de Cuernavaca que entonces se circunscribía en unas cuantas manzanas en lo que ahora es el centro histórico, y los muchachos entraron en pánico. Mario Oliveros Gómez, uno de sus amigos les aconsejó regresar lo sustraído, los convenció, sin embargo no encontraban la manera de hacerlo sin ser descubiertos, señalados y castigados, lo que además sería un penoso escándalo para sus familiares. Cómo regresar lo robado sin ser descubiertos, era la pregunta que se hacían, después de largos días se ponen de acuerdo, Mario se prestó a devolver lo robado por el servicio de paquetería de Correos desde la Ciudad de México, temeroso se trasladó para hacer él envió y después de haberlo logrado exitosamente, lo que les dio cierta calma, esperaban con ansiedad la llegada del botín a su dueño, una semana después comprobaron que las piezas estaban de nuevo en exhibición, terminando así la aventura en unos días que les parecieron eternos. Todo quedó en secreto por 66 años hasta este día, uno de ellos todavía vive para no contarlo. 

También nos cuenta Mario que el “Bar BB” anexo a la platería, era muy frecuentado por la gente romántica de Cuernavaca, ahí cantaban a dueto dos de los mejores intérpretes del bolero de esa época, uno era el conocido y renombrado cuernavacense Julio Cárdenas, y el otro era nada más y nada menos que José Antonio Méndez, el gran compositor, guitarrista, e interprete cubano, autor de “La gloria eres tú”, “Novia Mía”, “Si me comprendieras”. La dueña del bar era la señora Ingrid, que después sería dueña del Bar Candilejas en la cuchilla de la Plazuela del Zacate con calle Hidalgo, que bien recuerdo estaba iluminado con pequeñas antorchas, que después se mudó a Lerdo de Tejada frente al “Banco Hipotecario del Sur” donde ahora es estacionamiento y después frente a Las Mañanitas. Méndez, regresó a La Habana, ya no lo dejaron salir de la isla. En 1989 saliendo de su casa al “Bar Pico Blanco” donde trabajaba, muere atropellado por una guagua –camión de pasajeros. Curiosamente, su compañero y amigo, Julio Cárdenas murió de la misma forma saliendo del “Bar Emiliana” de la señora Emiliana Flores, en Avenida Colegio Militar frente a los cuarteles donde Don Julio  interpretaba sus canciones.  

P. D. Hasta el oro sábado.

Por: Carlos Lavín Figueroa / carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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