Con las Leyes de Reforma de 1859, el Gobierno Federal se apropió en toda la nación de inmuebles, muebles, y objetos valiosos del clero. Cuernavaca no fue la excepción, una gran extensión de terrenos y sus construcciones pasaron a la administración gubernamental incluyendo las dos manzanas entre las hoy calles Morelos, Hidalgo, Galeana y Abasolo, divididas por calle Netzahualcóyotl.

En la manzana al poniente, quedó la imponente catedral con su convento de recios muros, arcadas y bóvedas de piedra y cantera, que con su huerta fue de los frailes franciscanos.

En la manzana oriente, ya para entonces, había construcciones en ruinas de un abandonado convento de monjas de clausura, que había funcionado entre los siglos XVI y XVIII, que, por estar siempre oculto tras una alta barda perimetral y un solo y prohibido acceso, poco se sabe y nada se ha escrito de él. Se ha dicho que la marquesa Juana de Zúñiga esposa de Hernán Cortés hizo donaciones de terrenos para “el convento” que sería el de monjas y no el de los franciscanos, ya que cuando ella llegó a Cuernavaca este último ya estaba terminado. Por tradición oral muy arraigada en Cuernavaca, se sabe que “por medio de un túnel, los frailes se encontraban con las monjas, y de niños sepultados en la casa que fue parte de este convento de monjas”, ubicada justo y directo, calle de por medio frente al convento de frailes -hoy Museo Brady-. Actual casa donde, los que ahí hemos entrado, percibimos en todo momento una fuerte sensación que eriza la piel.

Los antiguos planos de la ciudad de 1866 y 1864, no señalan esta manzana como un convento porque para entonces ya había dejado de funcionar, sin embargo, si lo marcan como una sola propiedad cerrada en todo su perímetro y con un solo acceso al sur por la hoy calle Abasolo. El plano de 1866 marca una plazoleta en el acceso, que en el plano de 1884 ya no aparece.

Al interior de este convento de monjas, había casas costeadas por las ricas familias de las novicias para que ahí vivieran en comodidad, mismas que ingresaban previo oneroso pago, las que no tenían recursos, servían a las primeras. Estas casas, se construyeron alineadas, como se ve hasta la fecha, del lado de la hoy calle de Netzahualcóyotl, algunas sin cimientos asentadas en el duro tepetate, sin embargo, en aquel tiempo sus frentes y entradas estaban por el interior del convento.

Este convento de clausura, como sus similares, eran como un pueblo cerrado con callejones y plazoletas, fuentes y oratorios, biblioteca; huerta y granja que daba a la hoy calle Galeana, también tenía servicios comunales como dormitorios, baños, cocina, comedor, lavandería. Por ser este un convento de clausura, había un “locutorio” para visitas, donde a través de una ventana con celosía de madera se conversaba con las internas, y al lado un “torno” también de madera empotrado en la pared donde los familiares colocaban lo que traían a sus hijas, que al darle vuelta entregaba el presente al interior. En la ahora casa donde estaba ese locutorio, está todavía el emblema en cantera empotrado en la pared, de la congregación de la “Santa Virgen de la Asunción” y ahí mismo, se ha conservado ese torno en la llamada ahora por ese motivo “Casa del Torno”.

-Así funcionaban los conventos de monjas de clausura en la época virreinal, como el convento de Santa Catalina en Arequipa también en pleno centro de la ciudad, que no fue confiscado ni abandonado en Perú, cuya historia se ha podido atesorar gracias a su magnífica conservación-.

Después de la Guerra Cristera en 1926 y de la expropiación petrolera en 1938, el Gobierno vendió lo que quedaba del exconvento con sus casas en ruinas a Lawrence Leslie Anderson -que había sido funcionario de una de las compañías petroleras que nacionalizó Cárdenas- quien restauró y vivió en la gran casa principal que era la mejor conservada, ubicada en la entrada del convento, que después vendió a Raymundo -RayCoté quien la adaptaría para hotel, ahora Hotel Colonial ampliado al oriente.

Corrían los primeros años cuarenta cuando Anderson, encargó a su viejo amigo Eduardo Bolio Rendón que estudiara y dividiera el gran terreno de su propiedad, resultando 7 lotes con casa, que el mismo Bolio Rendón reconstruyó utilizando las estructuras existentes en ruinas, mismas casas que Anderson vendió ya restauradas. A Bolio Rendón le pidió que aceptara una casa como retribución y fue la marcada con el No 20 de esa calle, registrada ante el notario Ignacio García López.

Ya en los años setenta, “La Casa del Torno” fue adquirida y remodelada -de nueva cuenta con otras dos más de esa calle- por mi amigo, el ingeniero Don Jorge de la Borbolla y Romero Rubio -último sobrino nieto de Carmelita Romero Rubio esposa de Porfirio Diaz- por tanto, conocedor a fondo de estas construcciones y de su historia a partir de cuando gran parte de esa manzana fue adquirida por su amigo Lawrence Leslie Anderson que incluía “La Casa Chica de Cortés”, “La Casa Mero Mero”, “Villa Bonita”, y “Villa Fontana” de la actriz Hellen Hayes ganadora del Oscar y tres casas más.

Me dice Don Jorge de la Borbolla que Bolio Rendón le refirió que inicio la división a partir de la casa donde estaba un apantle con puente -lo que dio el nombre la actual “Casa del Puente”- ya que las casas hacia la esquina de calle Hidalgo, ya estaban ocupadas por conocidas familias morelenses entre ellas, los Ocampo. Y mi amigo Francisco -Paco- Rodríguez Ocampo me dice que a la vuelta en calle Hidalgo, entre otras, estaba ya la casa de Don Alberto J. Pani, quien fuera secretario de varios gobiernos federales postrevolucionarios, donde ahora está el Museo de Artes Populares.

Estas casas han sido varias veces restauradas y remodeladas, sin embargo, conservan muros y otros elementos principales del siglo XVI. Ahora son las casas más antiguas y elegantes del Centro Histórico de la Ciudad de Cuernavaca.

¡Hasta la próxima!

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