Todos los mexicanos estamos de acuerdo, algo extraordinario está aconteciendo; pero la discrepancia, surge de la intolerancia en que unos dicen que, es para bien, y otros aseguran que, para mal, y hasta entre amigos se agarran tirrias y se dejan de hablar.
Cada ciudadano está en su derecho de defender o estar en desacuerdo con el nuevo gobierno y son inválidos cuando surgen por intereses personales, sinrazones, agresiones, sin considerar el detrimento que eso causa al país; y lo que más confunde son las mentiras, a veces mezcladas con medias verdades para darles algo de certidumbre. Por ello, recomiendo la lectura del libro “Diálogos en el Infierno entre Maquiavelo (padre de la política moderna -el fin hace valido cualquier medio-) y Montesquieu” (filósofo y jurista autor del “Espíritu de las leyes”), una obra de Maurice Joly, abogado en los tribunales parisinos, quien vivió una existencia difícil y oscura, rebelde, fugado de cinco colegios, tuvo enemigos defendiendo una supuesta libertad, pero también admiradores, empleó su saber para echar culpas a quienes gobernaban o habían gobernado. En su obra, Maurice Joly, ubica a esos dos personajes dialogando en el infierno de diversos asuntos políticos y sus soluciones, dando ambos sus antagónicas razones, donde “la forma” es la que hace la diferencia. Cualquier parecido con la actualidad mexicana, puede que sea coincidencia. –Ese libro de Joly, fue publicado con los terceros comentarios que Napoleón escribió con su puño y letra al margen de sus páginas.   
“La forma” de cambiar y radicalmente el sistema, para hacer de México una especie de Nueva República, es lo que no convence a muchos y más aún cuando se tiene un congreso cooptado, así, no hay quien pueda mediar, más que en los tribunales. Desaparecer instituciones forjadas a lo largo de la historia, que no son de los partidos, sino de los mexicanos y dejar en la orfandad a otras, es, una tentativa de darle a la nación una nueva paternidad. La promesa de campaña de erradicar la corrupción fue bien recibida, pero no tirando a la basura instituciones y la obra del aeropuerto a un costo mucho mayor que de haberse terminado -al fin, yo ni lo uso, argumentan- es como como matar al caballo para quitarle las garrapatas, y de paso no dejar huella de esa importante obra que sería un pilar sostenible para desarrollo del país, que se vería como símbolo del sistema al que perteneció el presidente, donde hizo escuela, al que ahora tanto crítica y echa culpas. Cancelarlo “por corrupción” como primero dijo; y recién, en el bailongo del aniversario de su triunfo, “porque no contaba con los requerimientos necesarios”; cuando si tiene las aprobaciones de especialistas, ambientalistas, y de la Organización de Aeronáutica Civil Internacional -OACI- organismo de las Naciones Unidas que regula los aeropuertos a nivel mundial; y ahora resulta, que el que si cumple con todos, es el de Santa Lucia, cuando a falta de ellos hay varios amparos para detener esa obra desaprobada por peritos en aviación. Muchos aeropuertos están construidos en condiciones adversas, como el de Gibraltar que a media pista lo atraviesa una calle de considerable circulación; otro donde pasan rozando las cabezas de turistas en la playa, o construidos en rellenos del mar con filtraciones bajo ellos. Es falso que el actual se esté hundiendo y que se esté rellenando constantemente y que lo mismo le pasaría al cercano NAICIM, y que además se inundaría a lo que siempre ha estado propensa la Ciudad de México, para lo que se han aplicado soluciones avanzadas; la ciudad, construida en un lecho lacustre, se hunde, pero parejo y no solo el aeropuerto como se asevera. Y así va todo.
Conozco el tema aeroportuario, colaboré con Aeropuertos y Servicios Auxiliares por casi diez años, participé en la planeación del Sistema Aeroportuario Metropolitano, me chuté los voluminosos manuales de la OACI para terminar obras, equipar, regularizar, y echar a andar el de Cuernavaca; realicé visitas técnicas en aeropuertos del país, de Florida; Miami, Kendall Tamiami, propensos a inundarse, pero con soluciones sin problemas.   
Desaparecer el ejército al que el presidente ha llamado represor desde que hacía manifestaciones violentas en instalaciones petroleras, lo mismo que a la Policía Federal que no los baja de fifís y corruptos -sin ponerlo en tela de juicio- pero los dignifica cuando los reasigna a “su” Guardia Nacional -con 70 mil elementos para iniciar- lo mismo que a personajes de negros antecedentes. A quienes, si convence y mete en cintura, son a sus fieles beneficiados con becas y dadivas, que son “una” mayoría, pero no absoluta, sino muy relativa, reclutada a largo plazo sin sacarlos de la pobreza, para la continuidad de la defensa a ultranza de la cuarta transformación; son los únicos que tienen pase para aplaudir en sus mítines organizados entre barricadas.    
“Todo estaba mal y ahora lo vamos a hacer bien”, es una frase recurrente por funcionarios segundones y tercerones de nuevos sexenios, pero ahora adaptada por el primer mandatario, que, al crear muchos frentes al mismo tiempo -nada recomendable- enfrenta resistencias; riesgos; amparos; bloqueos; quejas; protestas, y la inconformidad ostensible de su primer círculo, que de refilón, van y van renunciando, van doce, este martes, Urzúa el de Hacienda “por extremismos; decisiones sin el suficiente sustento; e imposiciones de funcionarios sin conocimiento de la Hacienda Pública”, fue lapidario, donde quedó la anticorrupción. Se suma Gualberto Ramírez encargado de la Investigación-Ayotzinapa, este miércoles dejó su cargo en la SEIDO. Otros, como Olga Cordero de Gobernación –ella en dos ocasiones- han presentado sus renuncias sin ser aceptadas.
P. D. Hasta el otro sábado

“Historias y Relatos”
Carlos Lavín Figueroa
carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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