Crónica de su autora Adriana Estrada. En su memoria

Continúa;

“San Antón era un pueblo de una sola calle, larga y delgada como la loma sobre la que fue construido; comenzaba cerca del Salto Grande, y terminaba casi para llegar al hotel Chula Vista. Sus casas estaban sombreadas de guayabos y pomarosas y casi todo el pueblo se dedicaba a la alfarería; el barro era muy apreciado para las artesanías. En el Salto Chico más al norte del Salto Grande, había peces y muchas nutrias, que aquí se les llamaba perros de agua. ¿Cómo habían llegado ahí?
Atravesando la barranca del Salto y el rancho de Atzingo, muy al norte, estaba el pueblo de Tétela del Monte, también con muchas huertas, donde se daban muy bien los duraznos y hasta las peras. Ya en el cerro al pie de la arboleda y más arriba estaba otro pueblo ya muy lejano, Santa María Ahuacatitlán o Ahuehuetitlán por la gran cantidad de aguacates y ahuehuetes que bordeaban varios grandes manantiales.
Regresando a Cuernavaca por la exhacienda de Buenavista, que era en aquel tiempo la escuela Hijos del Ejército y atravesando la carretera a México, llegaba uno al camino a Tepoztlán, ahí enfilados al norte de Cuernavaca estaba primero el pueblo de Chamilpa, después el de Ocotepec, y finalmente el de Ahuatepec. Cada uno con su antigua iglesia del siglo XVI y unas pocas casas rodeándola con sus respectivos campos de labor. Estos tres pueblos tenían su antiguo camino a Cuernavaca; el de Chamilpa comenzaba en el mercado, atravesaba el puente de los Lavaderos y subía bajo el último arco del acueducto por la orilla oriente de la barranca hasta la calle de Chamilpa, como ya les he dicho, y subía por la loma de la Cruz, o sea la avenida Madero. El camino a Ocotepec salía por Carlos Cuaglia hasta el barrio de Gualupita y de ahí al norte, y el de Ahuatepec subía por las lomas al norte de la estación del ferrocarril.
En esta Cuernavaca, el viento soplaba durante el día de sur a norte, pero a las siete de la tarde cambiaba y comenzaba a soplar de norte a sur un viento limpio y fresco con olor a pino. En la temporada de lluvias, llovía de noche, comenzaba a llover a las nueve o diez, dando tiempo a que los jóvenes llegaran a su casa, después de la serenata en el zócalo, si era jueves o domingo. Pero cuando llovía, llovía en serio y durante toda la noche, para amanecer el cielo limpio y soleado. Todas las calles tenían cunetas y por los desniveles del terreno desembocaban siempre en una barranca, así es que, la lluvia las dejaba limpias y sin charcos en muy pocos minutos. Cuando llegaba a lloviznar durante todo el día, era que había “norte en Veracruz” o rara vez,” mal tiempo en el Pacífico”. Las pocas calles de la ciudad que no tenían desnivel eran Leandro Valle, que fue hecha para la vía del tren de mulitas que venía de la estación, y Comonfort, que fue antiguamente el cauce de un apantle, cuando el agua de la ciudad venía de Gualupita y que después fue utilizada también para el tranvía. Cuando yo era niña sólo quedaban rastros de esta vía en muy pocos lugares.
Volviendo al puente Porfirio Díaz: tenía dos fuentes, que aún tiene, aunque no estuvieron siempre ahí. La glorieta del lado poniente estaba flanqueada por dos jardines, el Porfirio Díaz y el Emilio Carranza, uno de ellos ha desaparecido, La calzada de Leandro Valle rumbo a Matamoros estaba bordeada de enormes eucaliptos al lado derecho, no existía la calle No Reelección, así es que, al llegar a Matamoros había una gran plaza donde se ponían los circos y las carpas, ocupando casi toda la plaza y con entrada para la calle de Matamoros. Leandro Valle era de tepetate apisonado y en este tramo, durante las fiestas había carreras de cintas a caballo.
Frente al jardín de San Juan había un cuartel donde hoy es el edificio Latinoamericana, yo iba a la escuela Evolución, que estuvo muchos años frente al jardín San Juan y recuerdo haber visto derribar este cuartel que debe haber sido una construcción muy antigua, pues el arco que estaba sobre la entrada principal tenía como dos metros de ancho y no podían derribarlo hasta que le amarraron unas cadenas qué jaló un camión y se vino abajo con enorme estrépito entre nubes de polvo.
El Zócalo y el Jardín Morelos estaban también a nivel hasta llegar al Jardín Pacheco, frente al Palacio de Cortés, que era entonces el palacio de Gobierno. Estas tres plazas, comunicadas deben haber sido el centro de la antigua Cuauhnáhuac, que seguramente fue nivelado artificialmente. En donde hoy se encuentra el actual palacio de Gobierno, había unas antiguas construcciones, que se decía, habían pertenecido a Hernán Cortés; por la calle de Galeana, la antigua Tlapala, tenía unos altísimos paredones, y ahí en la plazuela del Zacate comenzaba un gran desnivel. La calle de Galeana había sido el camino Real a Acapulco, y todavía estaba llena de mesones donde llegaban los arrieros, con sus burros y mulas, en la plazuela ya no se vendía zacate, pero como
todos sabemos el origen del nombre de esta plazuela, fue la venta de éste para los animales.
Les he hablado de mi Cuernavaca, la de mis primeros recuerdos y que ya se ha perdido para siempre. Estoy segura que cada uno de ustedes tiene guardada en la memoria o en el corazón, la Cuernavaca que ustedes vivieron. Cuidémosla, conozcamos su historia y respetemos lo que construyeron para embellecerla los que la amaron antes que nosotros. Lo que aún queda de la Cuernavaca que amaron nuestros abuelos”.

Adriana Estrada
P.D. Hasta el otro sábado

Por: Carlos Lavín Figueroa / carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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