Finalmente me convenzo de salir a la calle no obstante las terribles noticias de crímenes y secuestros. Culiacán fue escenario de una auténtica guerra entre criminales y autoridades que vivimos tanto como cuando la torres gemelas en NY fueron destruidas por terroristas. Recuerdo que pegado a la tv no podía dar crédito a lo que sucedía en la capital del imperio. (Sé que es Washington, pero para mí es NY). Me regocijaba en mi interior de que ese tipo de acciones no sucederían nunca en nuestro México. Las redes sociales nos hicieron partícipes en tiempo real de la lucha en la capital de Sinaloa. Poco a poco se ha ido armando el rompecabezas que desnudó una terrible realidad. El crimen organizado mostró de lo que es capaz. Al día siguiente no podía salir de la cama ni de mi asombro y tristeza. Ahora sí que esto está más complicado de lo que creía. Ella me dijo “vámonos a Boston”. Yo, guardé silencio, pues no podía articular bien mi pensamiento. “Prefiero que me ataquen en Walmart me soltó a boca de jarro” en clara alusión a lo sucedido en El Paso. Permanecí mudo. Mi confusión se hizo patente cuando el gobierno mostraba una confusión peor que la mía. Declaraciones contradictorias y descontroladas se mostraron nítidamente como una orquesta desafinada. Tome un café y consulté estadísticas que me dijeran algo. La tasa de muertes violentas en México es de 26.5 o sea que por cada 100 mil habitantes más o menos matan a 26 y medio, y me dio escalofrío. Pero reflexioné, mmmmmm pero solo se matan entre los malos y de vez en vez a alguno de nosotros, los buenos, nos toca alguna bala perdida. Así que procedí a comparar las tasas y escogí al azar algunos países. En Brasil el número de muertes dolosas es de 50,4; en Chile 4,3; en EUA 5,3; en Francia 1,3; Guatemala 26,1 Argentina 5,1, (datos de la ONUDD, de la ONU). Con cierto temor consulté las cifras de Morelos la tasa en el último trimestre es de 31!!! Me volví a sorprender, pues estaba convencido de que no estaríamos tan mal, pues transito por ciertas avenidas de Cuernavaca y veo gente comiendo en los restaurantes y en las noches pululando en los antros. Sin duda mis observaciones personales distan mucho de la realidad. Pues Morelos ocupa el 4o. lugar en homicidios y el tercero en secuestros en el país de acuerdo a las cifras del semáforo delictivo en el tercer trimestre de este año. Entonces analicé las probabilidades de que sufra un delito en carne propia y en realidad son pocas si no frecuento antros, ni soy parte de una banda del crimen. En cierta manera recuperé mi tranquilidad y tomé la decisión de reforzar mis cuidados por cada tema. Para evitar secuestro no debo salir de la casa sino a lo indispensable. Para evitar robos a mi domicilio, poner reja electrificada, luces, alarma antirrobo, perros, chapas de seguridad. Ella tiene un bat de metal al lado de la cama. Para evitar asaltos en el cajero no sacar dinero sino sólo pagar con tarjeta y que me traiga mis artículos y alimentos Amazon, Superama y farmacia a domicilio. Me sentí feliz de mi estrategia. Pero, algo no está bien, pensé. “Tiene que haber una estrategia contra el crimen”. Una estrategia que se convierta en una política pública eficaz. Los ciudadanos no podemos hacer frente a los villanos. Es el compromiso del gobierno darnos seguridad. Es el pacto esencial. Yo te elijo para que me protejas y para ello pago mis impuestos. Creo que el gobierno tiene que convocar a todas las corrientes, grupos sociales, académicos, empresarios, expertos. No dejar a nadie fuera y por supuesto a las instituciones encargadas de nuestra seguridad y desde ahí construir los cimientos de una sólida estrategia para enfrentar al crimen. Con inteligencia; con innovaciones tecnológicas; con enorme participación social; dignificando a nuestros policías con mejores salarios y condiciones de vida y seguridad social; escuchar a las ONG’s. Me queda claro que el gobierno no puede solo. Pero tiene que tener la capacidad para organizar a la sociedad. O sea, aceptar que solo no puede y construir una Política Pública de seguridad. Quiero caminar en la calle tranquilamente. Quiero que mis hijos y nietos salgan a divertirse sin temor, sin ansiedades, sin escoltas (¡ja! ni que tuvieran). Quiero recuperar algo de esa Cuernavaca que recorríamos de norte a sur y de este a oeste sin importar o ni siquiera pensar en los peligros. Pasear libremente por el zócalo a las 12 de la noche sin estar volteando a ver si no hay nadie sospechoso y escuchar un trío o a los mariachis y comer una hamburguesa o un pozole sin importar la hora y que no tenga que ser de Sanborns o del Vips. Ir al cine a la última función sin ver el reloj. Recuperar pues, el buen vivir en Cuernavaca como cuando paseaban sin problemas Brigitte Bardot, Alain Delon, Diego Rivera, Robert Brady, Malcolm Lowry, Cantinflas, Diego Rivera y otros tantos por Galeana, el zócalo y Guerrero.

 

 Ariel Homero López Rivera
opinion@diariodemorelos.com

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