Han pasado casi ocho meses desde que la oposición política de México fue apabullada. El oficialismo ganó la partida. Una vez en la lona fue tundida a golpes bajos cuando se dieron una supremacía indebida en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores. Lo mismo pasó en las entidades federativas donde fue derrotada y se instalaron mayorías favorable al Gobierno. Han pasado 245 días y la oposición no se levanta.
México necesita urgentemente que la oposición se reponga. La oposición es consustancial a la democracia. Sin ella no puede haber ninguna democracia ya que en un sistema de partidos se establecen reglas para resolver los antagonismos y se permite el funcionamiento estable de las instituciones. Reglas que definen el carácter de la oposición.
En un recorrido que hace fugazmente por la historia de las democracias, Soledad Loaeza, muestra el sinuoso camino en su construcción. En el cuaderno número 11 del INE “Oposición y democracia” reconoce que el concepto de oposición es un proceso lento y accidentado que inició en Inglaterra en el siglo XVII, cuando se atribuyó al parlamento poder para limitar a la Corona y se enriqueció en Europa en el siglo XIX con el desarrollo del liberalismo.
Además, Loaeza recoge la idea de la “cultura cívica” de los politólogos Almond y Verba, como indispensable para el surgimiento de una oposición que garantice la construcción de un sistema democrático. “…el destino de la oposición, está estrechamente vinculado con el desarrollo de la cultura cívica”.
La experiencia mexicana muestra que la ausencia de instituciones democráticas impidió el desarrollo de la cultura cívica. Las mayorías revolucionarias impiden las demandas de las minorías. La madurez se inició con la reforma electoral de 1977, qué generalizó la idea de que una sociedad plural requería de una expresión política igualmente plural.
El papel que debe de jugar la oposición debe estar fundamentado en la cultura cívica. Se trata de una cultura, fundada en la comunicación y la persuasión en el consenso y la diversidad, lo que permite el cambio y el crecimiento de una sociedad democrática.
Norberto Bobbio, filósofo y teórico político italiano, argumentaba que la oposición debe actuar como contrapeso al poder desafiando sus decisiones y proponiendo alternativas, que es crucial para evitar la concentración del poder y proteger los derechos de la minorías.
El espacio natural para la oposición son las legislaturas. Es dónde se expresan la distintas voces críticas al gobierno. El partido en el poder al haberse hecho, a la mala, de las mayorías en ambas cámaras, puso a México en camino de un gobierno autócrata, de una dictadura, al eliminar los contrapesos indispensables para la democracia.
Los partidos de oposición han mostrado, hasta ahora, no entender su papel de opositores. Las burocracias de los partidos de oposición se concentran en la conquista y preservación de sus cuotas de poder a través de arreglos, componendas o chantajes y no en la obtención del voto ciudadano a través de la selección de buenos candidatos y de la generación de ideas, programas y estrategias que seduzcan al ciudadano, como bien lo sintetiza Federico Seyde. (El economista 31/I/2024).
¿Qué hacer? La oposición debería estar orientando su estrategia en concebirse como verdaderos opositores (por supuesto que se trata en el fondo de obtener el poder). Robert A.Dahl de la universidad de Yale, decía que para ser una oposición efectiva se debe contar con liderazgos que inspiren confianza; tener acceso a los medios de comunicación; contar con financiamiento y construir una organización y estructura sólida. Se dice fácil.
Las preguntas ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿A dónde voy? Serían cruciales para definir el rumbo de una oposición madura que cumpla con la encomienda que se le tiene asignada como parte fundamental de la democracia. Ser o no ser, como dijo Shakespeare.
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