El pasado fin de semana se realizaron elecciones internas en el partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) para elegir consejeros, quienes a su vez elegirán a sus dirigencias. Algo que no sorprende es que la mayoría de los medios de comunicación pusieron los reflectores sobre las malas prácticas que se desarrollaron durante la jornada electoral, buscando desacreditar los procesos internos del partido, pero sobre todo la línea discursiva del presidente Obrador en la que elogia la genuina participación social. Como sabemos, las malas prácticas que documentaron los medios de comunicación más que una característica atribuible a MORENA o sus partidarios, ha sido por mucho tiempo una regularidad de nuestro sistema político. Pero lo importante de todo esto no es la cobertura simplona de medios y analistas, sino lo que se estaba jugando en esa elección.

MORENA optó por un proceso de elección abierto a la sociedad, a diferencia de sus contrapartes que tienen padrones restringidos que le garantizan el control a las élites partidarias. Abrir la elección conllevaba el riesgo de que grupos organizados e inclusos externos (de otros partidos) tomaran el control del partido, y que desplazaran a los ciudadanos “verdaderamente” convencidos de la 4T que no tienen capacidad de movilización. La realidad es que el partido no tenía otra opción si quería continuar la transformación del país. Desde el origen del movimiento, Andrés Manuel López Obrador apostó por el convencimiento, pero nunca hubiera llegado a la presidencia sin el voto masivo y organizado de 30 millones de personas. Esos votos le han dado el capital político para enfrentarse e imponerse a los poderes fácticos: mediáticos, empresariales, sindicales e incluso a las potencias extranjeras. 

El capital político que tiene el presidente Obrador le ha permitido llevar a cabo una transformación del orden político, social y económico de México sin mayores sobresaltos. Con una oposición disminuida, su mayor problema han sido los embates mediáticos y judiciales del sector empresarial que ha visto golpeados sus intereses económicos, empezando por el hecho de que tienen que pagar impuestos. Los ataques se diluyen rápidamente ante un presidente que hábilmente impone la agenda mediática y les recuerda sus “pecados empresariales” cada que se necesita. El capital político le alcanza al presidente Obrador para amagar al mismísimo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ya sea que condicione su asistencia a la Cumbre de las Américas o que reproduzca en su conferencia mañanera un video en el que soldados de Estados Unidos matan a un periodista, como parte del material filtrado por el periodista Julian Assange.

En suma, el proyecto transformador de MORENA es impensable sin la participación abrumadora de la población, lo cual lo convierte en un partido de masas y no de élites. Eso solo se logra abriendo el partido y promoviendo una competencia política interna en función de la capacidad para movilizar gente. A muchos no nos gustan las prácticas clientelares o de acarreo, pero por otro lado, a cuántas personas conocemos que llenen una plaza pública para escucharlos hablar de política, o cuántas personas tienen la capacidad del presidente Obrador de transmitir mensajes complejos a través de lenguaje coloquial. La buena noticia para MORENA es que la maquinaria electoral está engrasada y lista para competir, mientras que la oposición se debate entre el desconcierto y la irrelevancia.   

Por: Cristian Campos Contreras / ccamposcontreras@yahoo.com.mx


Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.

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