En estos últimos días hemos sido testigos de hechos que reflejan el descontento social en varias partes del mundo. En primer lugar esta Sri Lanka, en donde después de varios meses de protestas pacíficas, se registró una protesta masiva que tomó la residencia del presidente Gotabaya Rajapaksa, que finalmente tuvo que huir del país. El primer ministro, Ranil Wickremesinghe, declaró estado de emergencia y pidió a las fuerzas de seguridad retomar los edificios públicos sin éxito. Por meses se ha registrado una escasez de gasolina y cortes en energía eléctrica. Se registran constantes paros en el servicio público de transporte y un aumento pronunciado en los precios de la comida y las medicinas.

Por otro lado, está la reciente dimisión de Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, quién perdió el apoyo de sus ministros y del Partido Conservador. Varias situaciones mermaron su popularidad, durante el encierro de la pandemia de COVID-19 rompió las reglas para asistir a una reunión a celebrar su cumpleaños. También realizó una remodelación muy lujosa de la residencia oficial y la designación de un ministro acusado de acoso sexual. Todo esto en medio de un severo proceso inflacionario y el incremento de un impuesto para financiar la seguridad social. Estos eventos erosionaron su autoridad y paralizó el gobierno, lo cual lo obligó a renunciar.

En Holanda también se registró una manifestación, en este caso de agricultores que se oponen al plan de reducir la contaminación por nitrógeno, derivada de la agenda 2030 de la Organización de Naciones Unidas. La mayor parte de la contaminación en ese país proviene del ganado, que se vierte en la atmósfera en forma de gas y agua, como resultado del uso de fertilizantes químicos y abono animal. Holanda es el país con mayor concentración de ganado de la Unión Europea y es el segundo mayor exportador agrícola en el mundo, después de Estados Unidos. Las nuevas políticas establecen que la contaminación por nitrógeno se debe reducir en 70% para 2030. En este escenario muchos agricultores no podrán sobrevivir, lo cual generó el descontento social. Las protestas de los agricultores generaron incertidumbre en la población, que sumado al aumento registrado en los precios de los alimentos, provocó que se realizaran compras de pánico de alimentos.

El descontento social en estos países se nutre de factores internos, desde escándalos personales de los gobernantes hasta malas decisiones de gobierno, o al menos decisiones impopulares. Todos estos eventos internos se exacerban en un contexto de inflación y carestía en alimentos y energéticos provocados por eventos externos que llegaron de fuera como el Covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania. Hoy en día los gobernantes no solo tienen que estar atentos a los factores internos para tener gobernabilidad, crecientemente se requiere tener conocimiento de lo que pasa en el mundo y poder prever como impactará en cada país. No es una tarea fácil, algunas decisiones son contraproducentes, los países europeos están resintiendo el incremento en el precio de los energéticos y alimentos debido a las sanciones que ellos mismos le impusieron a Rusia. El mundo globalizado y la interdependencia entre países y regiones hace que lo que pasa en un extremo del mundo tenga repercusiones en el otro extremo.

Por: Cristian Campos Contreras / ccamposcontreras@yahoo.com.mx


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