1. Si se dificulta entender las relaciones entre cultura y economía, porque tradicionalmente se han enfatizado los valores simbólicos, estéticos y éticos del patrimonio cultural material e inmaterial por encima de la derrama económica que genera cualquier actividad creativa, se prevé que en tiempos de pospandemia resultará especialmente difícil entender que urge invertir recursos en el ramo.

Decía el economista Carlos MacKinley, Secretario de Turismo de la Ciudad de México, en una de las mesas que hemos venido comentando en esta columna (“Seminario Ciudad, Economía y Cultura”, organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México (http:// www.capitalculturalennuestracasa.cdmx.gob.mx/documentos/Seminario_Ciudad_ Economia_y_Cultura.pdf), que existen dos resistencias para pensar en específico turismo vinculado a cultura.

Desde el sector turismo, se piensa que la cultura necesita ser “transgredida”, bajando su nivel, haciéndola más entendible a nivel masivo, mientras que desde el sector cultura se piensa que se “prostituye”, quien piensa en ganar dinero a partir de ésta. En cultura no se habla de dinero, es de mal gusto, piensan muchos creadores.

Yo recuerdo que uno de mis maestros me regañó hace años porque me referí en clase a los “productos culturales”. Le pareció que la palabra “producto” rebajaba la cultura desde una visión capitalista (ojo, con lo que vivimos hoy con respecto al neoliberalismo). Para no ir más lejos, piense usted en tantos creadores que ni siquiera conocen la existencia de páginas web como Art price. com, porque dicen que eso del mercado del arte es para los mal vistos art dealers.

Y sin embargo, como bien mencionó MacKinley, hay productos culturales como el Ballet Folklórico de Amalia Hernández, que a 62 años de distancia y a pesar de que incluye sofisticaciones que lo alejan de la tradición, articula perfectamente turismo con cultura, desde el pensamiento empresarial.

2. Cifras claras establecen que la Ciudad de México vive en gran medida del turismo cultural: al año se hospedan en hoteles 14 millones de personas, 20 millones lo hacen en otros lugares; se general aproximadamente 6000 millones de dólares en derrama económica; y se generan 350 mil empleos directos e indirectos, lo cual da un 15% del PIB, que es mucho, aproximadamente.

La capital ofrece al mundo museos, galerías, sitios arqueológicos, edificios coloniales, el encanto el centro histórico, gastronomía, mercados, artesanías, espectáculos -cuidado con esta palabra que le saca ronchas a la ortodoxia culturaly una identidad que genera el muralismo, único en el mundo, por poner un ejemplo.

Hoy se habla además de un naciente turismo llamado “de barrio” que se está explorando en otros países como Argentina y Colombia, porque genera beneficios como cohesión social y polos de desarrollo alternativo. Ya todo esto está tasado en cuentas satélite de cultura que manejan expertos como Eduardo Cruz Vázquez, Carlos Villaseñor y Ernesto Piedras.

3. En Morelos existen municipios como Cuernavaca, Tlayacapan, Cuautla, Tepoztlán, Yautepec y otros tantos que bien podrían comenzar a tasar sus ofertas culturales en función del nuevo “turismo de lo pequeño” que es el que dicen los expertos será el del futuro inédito e inmediato posterior a la pandemia. He ahí un reto para quienes andan en feroces campañas, peleándose entre sí, sin ver la maravilla de estado que tenemos, cuya rica cultura ven desde fuera muchos de mirada sensible.

4. Con respecto a lo señalado por el periódico Reforma, el martes 9 de febrero, en materia de museos privados en precarios estado, con la urgente necesidad de inversión y apoyo porque la pandemia los dejó sin ingresos por concepto de taquilla y otros rubros, la buena noticia es que sí hubo recaudación para el Papalote de la Ciudad de México. El de aquí desgraciadamente cerró sus puertas.

Además, se están generando estrategias de recaudación para otras instituciones como el Franz Mayer y el MODO (Museo del Objeto). Lo que nos falta en el país, es habituarnos a pensar en donaciones para estas instituciones, porque estamos acostumbrados al esquema de financiamiento público y no existe una ley de mecenazgo, ni filántropos estilo Estados Unidos, que han permitido la operación de museos multimillonarios como los que usted ya conoce.

Por esto ya le he mencionado la importancia de estrategias como Efimuseos y las urgentes leyes de mecenazgo y de museos que harían de la economía cultural mexicana una de mayor musculatura. Una al nivel de nuestra riqueza cultural. FIN

Por MARÍA HELENA GONZÁLEZ / helenagonzalezcultura@gmail.com

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