La semana pasada me encontraba reco rriendo algunas calles del poniente de Tepoztlán después de una excelente comida en casa de mi cuñado que vive allá, de repente mi esposa me dijo, - ¡Mira! ¿Qué es eso? -. Cuando vi hacia el terreno rodeado de tecorrales que me señalaba, me sorprendí. Le expliqué que sabía de la existencia de ese monumento, que lo había visto en fotografías, pero no había podido ubicarlo, pues pensaba que estaba en otra parte del pueblo. Le expliqué que es una construcción patrimonio histórico de Tepoztlán y que fue levantado por los tepoztecos como homenaje a los pobladores caídos en un combate reali zado el 22 de febrero de 1862 para defender a su pueblo en contra de “Los Plateados”, que eran bandas de asal tantes que asolaban un gran territorio que comprendía Morelos, Veracruz, Puebla y Guerrero. Se conocieron con ese nombre por llevar boto nadura y adornos de plata en sus trajes, así como en sus sillas de montar e “…hicieron del robo en camino, el plagio, la venta de protección y el abigeato sus principales actividades”, además “… lograron agrupar gavillas de hasta quinientos integrantes, haciéndose acompañar en algún momento de piezas de artillería y de un grupo que tocaba música de caballería”. (C. Barreto Z. Rebeldes y Bandoleros pág. 152).

Este grupo de delincuen tes tuvo diferentes líderes, uno de los principales se lla mó Salomé Plascencia, quien era originario de Yautepec y miembro de una de las mejo res familias de ese lugar. Su principal residencia estaba en la Hacienda de Atlihuayán. Se hizo famoso por sus asaltos y plagios a las diligencias, además amenazaba a los hacendados con incendiar sus campos de caña, matar su ganado o secuestrar a los dependientes de las hacien das si no se les proporciona ba una fuerte suma de dinero. Algunos señalan que Plas cencia era “El Zarco”, y que Ignacio Manuel Altamirano se inspiró en este personaje para hacer su famosa novela. El coronel Prisciliano Rodríguez fue origi nario de Tepoztlán y quien combatió a esos bandidos los describió de la si guiente manera: “Eran todos ro bustos, fuertes y algunos de buenas facciones, experi mentados y aman tes del derroche y el lujo como hasta la fecha no se han vuelto a ver; ves tían trajes de la época, sombreros de anchas alas con la copa recogida y guarnecidos de ricos galones de oro, chaquetilla de f ina gamuza con vistosos alamares (presilla y botón de adorno) de plata, chaleco bajo deterciopelo que cru zaba con gruesa leotina de oro ma cizo, pantaloneras de cuero con dos o tres botonaduras de plata, abiertas en la parte inferior para dejar descu bierto el calzón de rica tela. Ceñían su cintura con ele gante faja de seda en donde se aso maba la áurea em puñadura de filoso puñal o a la cacha de finísima pistola; calzaban bien y usaban espuelas de plata. Expertos jinetes y poseedo res de magníficos caballos. Los fre nos eran resguar dados de finos chapetones de plata y la cabezada y la teja de la silla también eran ‘ba querillos’. El ajuar de la montura era excelente, mache te costeño, reata, carabina y algunas armas más”.

Esa mañana del 22 de febrero de 1962, alrededor de cien Plateados encabezados por Salomé Plascencia entra ron por sorpresa a Tepoztlán y haciendo uso de la fuerza robaron comercios, se metie ron a las principales casas del centro del pueblo para llevar se lo que podían, inclusive a muchachas jóvenes. Hicieron prisioneros a dos curas que estaban en la iglesia de apellidos González y Ángeles. Los tepoztecos defendie ron la plaza por lo que “Los Plateados” no tuvieron otra opción que salir huyendo en distintas direcciones, siendo perseguidos por los tepozte cos que estaban “…ciegos de cólera de haber visto profana do su pueblo por semejantes feroces”. En la lucha murieron veintiún defensores.

A consecuencia de ese ataque se construyeron trincheras en el centro y a las orillas del pueblo y al conme morarse el primer año, en 1863 “…levantaron en la cumbre de Tepetlixpa un monumento que recuerda a la heroicidad de los valientes hijos del pueblo que, defendiéndolo, perecieron a manos de los plateados”. El monumento dedicado a aquellos defensores fue bendecido y se pronunciaron discursos y se otorgaron escasos donativos a las viudas. Asimismo, se celebró una misa en recuerdo de los fallecidos, a la que asistieron las autoridades, familiares y gente del pueblo. Cabe señalar que a los cuatro costados del monumento existen unos hue cos rectangulares en donde serían colocadas unas lápidas con textos en memoria de los fallecidos, cosa que al parecer nunca ocurrió. Cabe señalar que también existe en Tepoztlán una calle que lleva por nombre “22 de febrero” en recuerdo a esos trágicos acontecimientos de 1862. Por último, quiero comen tar que este monumento no se encuentra registrado en el “Catálogo Nacional de Monu mentos Históricos Inmuebles” del INAH, por lo que creo que es importante hacerlo, debido al mal estado en que se encuentra y ante el peligro de que desaparezca por la indiferencia de autoridades y vecinos de Tepoztlán.

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