El inmueble que hoy conocemos como Bella Vista y que se encuentra al norte del Jardín Juárez de Cuernavaca, perteneció en el siglo XIX a la familia de don Ángel Pérez Palacios. En 1855 fue la sede del Gobierno del Presidente de la República Juan N. Álvarez. Desde allí se dictaron las primeras medidas de orden público, para preparar el periodo constitucionalista y se revocaron muchas leyes creadas bajo la dictadura de Santa Anna que perjudicaban al pueblo. En 1866, cuando los emperadores Maximiliano y Carlota comenzaron a venir a Cuernavaca se hospedaron en esta casa. También, en una época era el lugar donde llegaban las diligencias que venían de la ciudad de México. En 1910 la Señora Rosa King lo compró para convertirlo en el Hotel La Bella Vista, en donde se hospedaron distinguidos personajes como Francisco I. Madero.

Fue precisamente en los muros exteriores del Bella Vista, dentro de la arcada, donde el artista tamaulipeco Alfonso Xavier Peña pintó entre 1940 y 41, el magnífico mural “Danzas Mexicanas”, el cual se encuentra abandonado y semiescondido, cuando podría ser un importante atractivo turístico para nuestra ciudad.

Alfonso Xavier Peña, “Peñita” como lo llamaban sus amigos más cercanos, nació en Ciudad Victoria Tamaulipas en 1903, realizó sus estudios primarios en su ciudad natal y comenzó a trabajar como caricaturista en el periódico “El Mundo” de Tampico. Posteriormente, colaboró en el periódico El Universal y en las revistas más prestigiadas de su época. Pero el artista soñaba más alto y pronto dejó la prensa para dedicarse de lleno al trabajo en caballete. Así, en 1928 realizó una exposición en Nueva York que despertó el interés de la prensa.

En 1935, su paisano Emilio Portes Gil, siendo expresidente de México, le financió un viaje a Europa con el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, para perfeccionar en Francia su técnica de dibujo y pintura.

En 1937, participó en la Gran Exposición de Artes y Técnicas celebrada en la ciudad Luz. Sus pinturas llamaron la atención por su caliente colorido y por su fuerza expresiva, eran escenas campestres en donde se observan escuelas rurales en las que niños y adultos indígenas aprenden a leer y a escribir. El jurado de la exposición de París le entregó una medalla de oro por su brillante participación en los pabellones de México y Venezuela.

Ese mismo año realizó una exposición de 24 dibujos y acuarelas en la galería Carmine una de las más famosas de París. Su obra presentaba con gran armonía el paisaje mexicano y su gente, interpreta la vida popular y sitúa sus escenas en tianguis, fiestas y otras aglomeraciones. En esta exposición presentó: “El Gallero”, “Fiesta en Juchitán”, “Xochimilco”, Llorando a su Juna” y “Músicos del Pueblo”, entre otras.

En 1938 viajó a Chicago para realizar una exposición en la galería Thalbog y presentó diferentes exhibiciones colectivas con grandes artistas como Rufino Tamayo y Manuel Tablada.

En 1940 entra de lleno al movimiento muralista internacional, pintando en diferentes partes de México y del mundo. Realizó el sueño de todo artista: existir para hacer arte y no hacer arte para subsistir.

En 1950 Peñita recibió la medalla “José Clemente Orozco “, por su magnífico cuadro “El Muro Blanco”, que representa a José Clemente Orozco muerto, rodeado por los personajes que pintó y que le lloran: soldados y soldaderas de la revolución.

Junto con su esposa Sarita Robles, Alfonso Xavier Peña estableció su residencia en Cuernavaca en 1949, donde vivió hasta su muerte en 1964.

El mural del Bella Vista representa la danza de los quetzales de la sierra norte de Puebla con sus enormes penachos, la pazcola o danza del venado de la región Yaqui, el baile tehuano de la Zandunga, la danza de la pluma de Guerrero y Oaxaca, la danza de Cuetzalan, Veracruz, el jarabe tapatío de Jalisco y los chinelos de Morelos.

Este mural fue pintado con la técnica “Pasta Segura” inventada por el pintor y cineasta jaliciense Juan José Segura (1901-1964), que consistía en hacer una mezcla con agua y aceite que le permitía al artista pintar al óleo sobre una superficie húmeda. Gracias a esta técnica los murales aún conservan su frescura y colorido.

Cuando se pintó este mural el dueño del edificio era el señor Serafín Larrea y el dueño del hotel era nada menos que Emilio Portes Gil, quien seguramente le pagó a su paisano “Peñita” para que realizara esa obra.

Esperemos que nuestras autoridades municipales y estatales intervengan para rescatar este importante mural que es patrimonio de los cuernavacenses, a fin de que pueda ser admirado en todo su esplendor.

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