Francisco Gutiérrez Rosales fue un personaje nativo del barrio de Gualupita.
 Vivió 91 años.
 Nació el 4 de octubre de 1893, murió el 11 de diciembre de 1984.
 Hijo de Tomás Gutiérrez y Andrea Rosales, dueños de un rancho en las afueras de la ciudad.
 Toda su vida vivió en su domicilio de Carlos Cuaglia, casi esquina con Leandro Valle.
 Estudió incompleta la escuela primaria.
 De niño disfrutó muy cerca de su casa los paseos al parque Carmen Romero Rubio, cuando era un inmenso bosque y rebosante de manantiales.
 También le gustaba subirse a los tranvías de carga y pasajeros, jalados por mulas que corrían por la calzada de Leandro Valle.
 
De 1904 a 1906 trabajó de chalán en la construcción de la capilla de Gualupita.
 En 1907 entró como obrero a la cervecería Porfirio Díaz, ubicada en la Av.
 del Parque, donde ganaba 32 centavos al día; en esta empresa trabajó hasta 1911.
 En enero de 1912 entró a laborar a la Estación del Ferrocarril, cuando ya había estallado la guerra en el país y a principios de este año el ejército federal invadió Morelos, motivo por el cual lo “agarró la leva” para engrosar el ejército del gobierno.
 Dos meses después desertó y de inmediato se dio de alta en el Ejército Libertador del Sur.
 Fue el 12 de abril de 1912, cuando se incorporó en las fuerzas armadas del general Genovevo de la O, acuarteladas en Huitzilac.
 Y a partir de esta fecha hasta el 8 de mayo de 1920, militó en el ejército zapatista.
 Durante los 8 años de vida guerrillera, participó en más de 170 combates contra los ejércitos federales (maderistas, huertistas y carrancistas).
 Los escenarios de sus batallas se dieron en los estados de Morelos y de México y al sur, oriente y poniente de la ciudad de México.
 
Participó en el sitio y toma de Cuernavaca de junio a agosto de 1914.
 El 24 de noviembre de 1914 entró con la tropa del general Antonio Barona a la ciudad de México y el 6 de diciembre de 1914 fue uno de los 50 mil revolucionarios que desfilaron por las calles de la ciudad de México.
 Fue escolta del general Barona durante su permanencia en la capital y le tocó acompañarlo la tarde del 5 de diciembre de 1915, cuando lo asesinaron frente al mercado de Cuernavaca.
 En febrero de 1917 le tocó ver la evacuación de la población de Cuernavaca.
 Al decretarse el fin del conflicto revolucionario en 1920, Francisco se retiró del ejército zapatista con el grado de mayor de caballería a la edad de 27 años.

Como muchos cuernavacenses volvió a la vida pacífica y durante dos años se dedicó a trabajar en el rancho de su padre como agricultor y ganadero.
 En 1922 entró a trabajar como fogonero en los ferrocarriles.
 Gracias a este trabajo conoció muchos pueblos y ciudades del país.
 Después de 9 años renunció a su trabajo de ferrocarrilero para dedicarse a trabajar de tiempo completo en el rancho de su padre.
 Francisco fue un excelente jinete, le apasionaban los caballos; el cuaco que más le vivió se llamaba “Coral”.
 
En 1937 pasaron el rancho a Temixco, donde compró una casa y él se convirtió en ejidatario de Santa María.
 En 1938 decidió dedicarse a la política y  durante el periodo del alcalde de Cuernavaca Alfonso Alemán, de 1939 a 1940 ocupó el cargo de regidor de hacienda.
 En 1948 falleció su padre Tomás a la edad de 95 años y le dejó de herencia el rancho.
 En 1949 lo nombraron presidente del comité de mejoras de la capilla de Gualupita, cuando la diócesis de Cuernavaca devolvió este templo a la feligresía católica.
 Su primera gestión fue, de su peculio, comprar la imagen de la Virgen de Guadalupe, misma que se venera desde hace 71 años en esta parroquia; además promovió por cooperación de los vecinos la donación de la primera campana.
 
En 1949 cooperó con 5 mil tabiques para la construcción de la escuela Felipe Neri.
 En 1950, con la certificación del general Genovevo de la O, entregó a  la SEDENA su expediente de trayectoria revolucionaria, documento en el que se le reconocieron sus servicios prestados a la revolución.
 En 1951 participó en la campaña electoral del candidato a gobernador Rodolfo López de Nava.
 En 1954 se casó por lo civil con Teodora López Ruiz, nativa de Huitzilac, con quien ya vivía desde 1934.
 De 1953 a 1954, durante el periodo del alcalde de Cuernavaca Eduardo Díaz Garcilazo, por segunda ocasión fue regidor de hacienda.
 De 1956 a 1959 fue suplente del diputado local Erasmo Ruiz Castrejón en la XXXIII legislatura.
 En enero de 1955, el alcalde Felipe Rivera Crespo lo nombró administrador de los mercados de Cuernavaca, con oficina en el mercado Benito Juárez, cargo que desempeñó por 3 años.
 De octubre a diciembre de 1957, durante periodo del alcalde interino Manuel Dehesa, por tercera ocasión fue regidor de hacienda.

A don Pancho se le reconoce como uno de los fundadores del PRI en Morelos y toda su vida militó de este partido.
 Perteneció al Partido Nacional Ferrocarrilero, a la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de la C.
N.
C.
, a la Unión Nacional Ganadera, fue miembro del Frente Zapatista de Morelos, miembro de la Unificación Nacional de Veteranos de la Revolución.
 En 1921 con unos amigos fundó el club de futbol U.
C.
 120; la cancha de sus juegos era el campo deportivo de la Estación.
 
Don Pancho se retiró a la vida privada en 1970, viviendo de sus rentas, ahorros y una tienda.
 Fue un personaje de una reputación intachable, íntegro y honesto.
 Mi padre, don Joaquín Landa Castellanos, fue su amigo y él me llevó a su casa para pedirle una entrevista.
 Cuando lo entrevisté por primera vez me mostró su carabina 30-30, la que usó en todos sus combates.
 Durante 1984 lo visité varias veces cuando todavía estaba lúcido de su mente y me platicó muchas anécdotas, sucesos y episodios inéditos de la vida revolucionaria y de sus compañeros de lucha.
 Conoció desde chamaco a Felipe Neri y varias veces habló con Emiliano Zapata cuando venía a visitar a su tío Herlindo Salazar al Barrio de Gualupita.
 Recordaba que Emiliano amarraba su caballo en el clavellino de enfrente de su casa.
 Don Panchito está sepultado en el panteón La Paz, en la rotonda de los veteranos zapatistas.
 Le sobreviven su hijo Marcelino Gutiérrez López, quien me mostró documentos de su padre y su nieto Jesús Gutiérrez Barrera, quien me regaló documentación y copias de 10 fotos de su abuelo.
De izquierda a derecha: Placida Camarena de López de Nava, obispo Sergio Méndez Arceo, Francisco Gutiérrez Rosales y sacerdote Martín Rivera-1952.

Por Juan José Landa Ávila / jjlanda.cronica@gmail.com
 

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