Quienes tuvimos la dicha de pasar hace algunos años por las aulas del Jardín de Niños Resurgimiento, recordaremos con mucho cariño los momentos en que se nos permitía jugar en los jardines del Parque Revolución, mejor conocido como “El Revo”. Ese lugar fue construido sobre lo que fue la huerta del convento de San Francisco, al lado sur de la catedral de Cuernavaca. Permaneció abandonada por mucho tiempo y para 1930 se pretendía hacer ahí un laboratorio experimental para combatir las plagas en la fruticultura, pero las gestiones del entonces gobernador Vicente Estrada Cajigal y después, en 1933, del general Plutarco Elías Calles, avecindado en la ciudad, influyeron para que este proyecto no se realizara y en su lugar se construyera un parque para beneficio de la población, aportando el mismo general Calles recursos propios para que se iniciaran las obras, inaugurándose el 15 de septiembre de 1933, como parte de los festejos del Acercamiento Nacional.

En “El Revo” corríamos, brincábamos y nos escondíamos por todos lados y cuando la sed hacia su aparición, simplemente nos acercábamos a la fuente que tenía la escultura de un niño orinando y con la infantil inocencia bebíamos la fresca agua que salía de su “penecillo” con lo que calmábamos la sed. El agua caía constantemente hacia el pequeño estanque que siempre estaba limpio y cristalino. No teníamos temor de enfermarnos o padecer algún mal gastrointestinal. “El niño mión” o el “El Mionsito” como le llamábamos era de piedra y tenía el tamaño normal de un niño de ocho años, desnudo de la cintura para abajo y en la parte superior aparentaba llevar una

camisa, la cual levantaba ligeramente con su mano izquierda y con la otra sostenía su “pilín”, como solíamos decirle. En muchas ocasiones los niños se llegaban a recargar o a trepar en la escultura, lo que trajo como consecuencia que se fuera dañando y varias veces tuvo que ser reparada; en una de estas lo pintaron de dorado.

Sabemos que en el centro histórico de Bruselas, Bélgica existe algo parecido, es una escultura de bronce que mide tan solo 65.5 centímetros, es conocida como “L’enfant qui pisse”, que en neerlandés significa ”hombrecito que orina”, y es un símbolo y uno de los atractivos principales de esa ciudad, ya que en ocasiones especiales y dependiendo de la efemérides lo llegan a disfrazar de diferentes maneras; como doctor, como astronauta, como Santa Claus e inclusive lo han disfrazado del folclor mexicano como es el huichol y el tecuan.

La escultura de “El Revo” aparentemente fue robada en 1985. La realidad es que, debido a su deterioro, un empleado del ayuntamiento la llevó a uno de los talleres de cantera que estaba ubicado en la carretera federal a Acapulco, a unos dos kilómetros del Polvorín, antes de llegar a Temixco. Ese taller pertenecía al señor Alejo Hernández, al que le encargaron reparar la escultura, pero esta no tuvo remedio y quedó arrumbada por alguna parte. El municipio optó por que se realizara una copia de cantera, que resultó de muy mal gusto, pero aun así se colocó en “El Revo” en sustitución del original. En esta versión el niño casi no tiene cuello, tiene las piernas regordetas y se encuentra semisentado sobre el tronco de un árbol. Con el tiempo también se fue deteriorando, el pene y parte de la mano están rotos y tiene un feo parche en la panza, por lo que pedíamos que mejor la retiraran. No es nuestro “niño mión”.

Por algún motivo le echaron la culpa a mi padre Valentín López González de la desaparición del “Mionsito”, decían que él se lo había robado y que lo tenía en su casa. Incluso se atrevieron a decir que estaba enterrada en su patio. Me consta que esa pieza nunca estuvo ahí y que fue una acusación injusta. Él fue presidente municipal de Cuernavaca en el trienio 1964-1966 y cuando desapareció la escultura trabajaba en el Instituto Nacional para el Depósito de Valores (INDEVAL) en la Ciudad de México, por tal motivo solamente venía a Cuernavaca los fines de semana. Ante tal difamación, mi padre realizó una búsqueda y pudo fotografiar la pieza en el taller del cantero Alejo Hernández en Temixco.

Ojalá nuestras autoridades promuevan la realización y colocación de una nueva escultura, apegándose a los registros que tenemos de la original. Pero ahora con otros materiales, más resistentes a fin de que perdure y no sea vandalizada. Se podría hacer mediante concurso en donde solo participen los talentosos escultores radicados en la ciudad. Quizás se podría utilizar como modelo a un niño nacido en Cuernavaca. Otro aspecto fundamental sería rescatar las áreas verdes del parque, que se han perdieron en diferentes remodelaciones, y así se le regresaría “El Revo” algo de su esplendor de antaño.

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