Durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, vivió en Cuernavaca un hombre de grandes iniciativas y que desarrolló innumerables empresas que beneficiaron a nuestra ciudad, su nombre era: Eugenio de Jesús Cañas, originario de Toluca, Estado de México, donde nació en 1848.
Aunque desconocemos muchos detalles de la vida de este próspero hombre, podemos decir que, en 1879 se unió a la Comisión Científica que encabezó el destacado ingeniero Mariano Bárcena, encargado de explorar las Grutas de Cacahuamilpa. Bárcena era ingeniero topógrafo hidromensor (acreditado en la medición de caudales en ríos y canales de riego), era geógrafo y miembro de la “Sociedad Mexicana de Historia Natural”, además fue gobernador de Jalisco en 1889.
Cañas, junto con el Ingeniero Bárcenas examinaron y estudiaron los más recónditos rincones de las grutas de Cacahuamilpa. Por ese motivo, don Eugenio escribió y publicó el mejor y más documentado artículo de su época sobre esas famosas grutas. En 1907, Cañas lo publicó en la edición que le imprimieron en la tipografía “Cuauhnáhuac”. Posteriormente Don Miguel Salinas, en su libro “Historias y Paisajes Morelenses” de 1924, lo reprodujo íntegramente.
Don Eugenio, en 1883 inició la construcción y explotación del Panteón de Cuernavaca, denominándolo “La Leona”, que al poco tiempo pasó a manos del ayuntamiento, quien lo administra hasta la fecha. También fue propietario de algunas minas de arena y durante mucho tiempo fue director de Rentas de Cuernavaca.
Cañas fue comisionado por el gobierno de Morelos para fijar los límites entre los estados de Morelos y Puebla, y con ese motivo publicó en 1890 un informe editado por la imprenta del gobierno morelense que dirigía el Sr. Luis G. Miranda.
En septiembre de 1899, el señor Cañas introdujo a Cuernavaca un nuevo servicio de alumbrado público que sustituyó a los faroles de gas líquido y aceite que había en la ciudad, eran 30 lámparas de arco de mil bujías o arco voltaico. Estos dispositivos costaban mucho, eran inseguros y alumbraban muy poco tiempo, pero representaron un gran avance para la ciudad.
Para producir la electricidad que requerían dichas lámparas, Cañas construyó una presa en el rancho Atzingo (que era de su propiedad) e hizo canales y las arquerías necesarias para conducir el agua que iba a la casa de turbinas o dínamo en donde se producía la energía hidroeléctrica. Dicha agua provenía de Santa María, Tlaltenango, de la Barranca de Ortíz y de los manantiales de Axomulco. A la planta de luz se llamó “La Soledad” por encontrarse en el rancho de ese mismo nombre.
Este empresario también introdujo el alumbrado interior en las casas, utilizando lámparas incandescentes de 60 Watts con filamento de carbón, que encandecían al vacío marca “Edison”, por las que cobraba una cuota mensual por cada una.
Para poder abastecer la creciente demanda de energía eléctrica en Cuernavaca, Don Eugenio construyó una segunda “casa de turbinas”, en la barranca de “La Leona” que se conoció como el “dínamo viejo” que operó hasta 1906, pues en el pueblo de Chapultepec instaló la tercera, con una turbina General Electric que producía una corriente de 2,300 voltios, a 720 revoluciones por minuto, se llamó planta “El Águila”,
La compañía fundada por Don Eugenio J. Cañas se denominó inicialmente “Compañía Eléctrica Porfirio Díaz”, al surgir la revolución en 1911 la compañía cambió su nombre a “Compañía de Luz y Fuerza de Cuernavaca, S.A.” y la administración de esta empresa estuvo a cargo de su hijo mayor Germán Cañas.
Durante el gobierno del coronel Manuel Alarcón, colaboró en su administración como comisionado de obras públicas y como tesorero del estado. En esa época, el primero de febrero de 1907, descubrió en un lugar conocido como “El Túnel”, al norte de la colonia Miraval, un venero de agua de quinientos litros por segundo, con lo que se aseguró el suministro de agua potable para Cuernavaca. Por muchos años esta agua resultó abundante para las necesidades de la población, pero hoy en día resulta insuficiente, debido a que la ciudad aumenta en tamaño y habitantes día con día.
Otra actividad que emprendió Don Eugenio fue el establecimiento de la primera fábrica de hielo que existió en la ciudad, utilizando el edificio y el agua que abastecía al “dínamo viejo”
Eugenio J. Cañas murió en la Ciudad de México el 6 de junio de 1923.
