El episodio de la Cuernavaca convertida en ciudad fantasma, lo conozco más por tradición oral que por testimonios escritos, ya que en libros es poco lo que puede encontrarse al respecto; afortunadamente tuve la oportunidad de entrevistar ancianos que vivieron este traumático acontecimiento. Cuernavaca permaneció deshabitada un año 10 meses, como estrategia del ejército carrancista para acabar con la resistencia de los guerrilleros zapatistas, cuyo jefe Emiliano Zapata nunca aceptó reconocer al legítimo gobierno de Venustiano Carranza, y este fue el meollo del conflicto bélico.

En el libro “Apuntes de la Revolución y de la política del Estado de Morelos” de Sergio Valverde (1933) dice: “Desde el 20 de febrero de 1917, comenzaron a llegar a la ciudad de México los primeros trenes con todas las familias que abandonaban Morelos. Los convoyes carrancistas que marchaban a la extrema retaguardia, venían mandados por el general Joaquín Amaro. El 27 de febrero de 1917 quedó totalmente terminada la evacuación del Estado de Morelos. El hambre y la miseria comenzaron a hacer estragos en lo habitantes de Morelos, como consecuencia de las incursiones de los carrancistas; con este despliegue devastador la vitalidad de los morelenses fue vencida, a grado tal, que el sistema monetario desapareció para regresar, al primitivo sistema de cambio; por cinco metros de manta, se daba un quintal de arroz, y quien no tenía nada que cambiar se moría de hambre, como consecuencia de esta hambruna, como moscas la gente comenzó a morir, y los que tenían la suerte o desgracia de sobrevivir, más que individuos eran espectros: flacos, macilentos, ojos hundidos, presa fácil de la influenza española, que siendo en número tan aterrador la mortandad, los cadáveres quedaban insepulto. Escenario de estos terribles días, fue la ciudad de Cuernavaca, por cuyas calles deshabitadas, llenas de maleza, se convirtió en madriguera de fieras; coyotes y jaurías ululantes, de casa en casa, se dedicaban a dar fin a los despojos humanos.”

En el libro “La Virgen de Tlaltenango” de Lauro López Beltrán (1950) dice: “Cuando los vientos huracanados y atronadores del zapatismo, perseguido por el carrancismo, soplaron en Cuernavaca y sus aledaños, los habitantes de Tlaltenango emprendieron la fuga. La virgen quedó casi sola en su santuario y a petición de sus devotos fue llevada a Mixcoac en la ciudad de México, en febrero de 1917. El traslado a la capital del país fue con motivo de la funesta evacuación de los habitantes de Cuernavaca, ordenada por el general Pablo González, designado por el presidente Carranza para sofocar la revolución zapatista. En tres furgones del tren, el cura Nicanor Gómez, con la ayuda de varios seminaristas, salvó de la debacle vandálica: imágenes, vasos sagrados, muebles del obispado y de otros templos de la ciudad. Cinco días duró la torturante odisea de sacerdotes y seminaristas y miles de cuernavacenses fueron obligados por la fuerza a abandonar sus casas y llevados en furgones los confinaron a vivir en la ciudad de México, donde soportaron una vida paupérrima, algunos hasta bajo los árboles pasaban el día. El éxodo angustioso lo hicieron miles y miles de cuernavacenses sin poder llevarse casi nada. El abuso de las tropas carrancistas fue primeramente el pillaje de las cosas de la iglesia. Entonces se perdió el marco de plata de la Virgen de Guadalupe, regalo de don Manuel de la Borda y Verdugo. Además, a la Virgen de Tlaltenango le robaron la corona de plata con estrellas de oro, el collar de perlas, los aretes de oro y la peana de plata. En la ciudad de México desembocó el río humano de morelenses, que en pesimistas ocasiones fueron despreciados por capitalinos incultos e inmisericordes, quienes los tildaban de zapatistas, como sinónimo de bandidos y salteadores, razón por la cual difícilmente les alquilaba casas. Llegó a tal grado el menosprecio que a la Virgen de Tlaltenango la llamaron la Virgen Zapatista. Así fue como esta virgen peregrina estableció su forzosa morada en la ciudad de México, donde recibió culto de sus devotos morelenses y curas de la diócesis de Cuernavaca que se encontraban refugiados en la capital del país. En septiembre de 1917 y de 1918, le celebraron su fiesta patronal lejos de su santuario. La virgen regresó a Cuernavaca en marzo de 1919”.

En el l libro "Al Maestro Agustín Güemes" de Valentín López
González (1984) dice: "En 1917, los carrancistas al mando de don Pablo González, habían venido a perseguir a Zapata; los zapatistas salieron y entraron los carran-cistas. Entonces corrió la orden de que se abrieran las puertas de las casas, porque el que no lo
hiciera lo iban a llevar preso. Pablo González ordenó que todos los morelenses se concentraran en las estaciones para llevarlos a la ciudad de México, porque así se iba a acabar con el zapatismo, y todos los cuernavacenses fueron conducidos a permanecer en la estación del ferrocarril. Los pudientes se trasladaron en otros medios de transporte, sólo se quedó la gente humilde, los pobres que no podían moverse por falta de recursos, se quedaron a sufrir.
El maestro Güemes se alojó en un carro de ferrocarril, donde guardó algunas de sus pertenencias y allí dormía. Mucha gente permanecía en los furgones o improvisaban casuchitas. Una máquina arrastra ba cuatro carros, donde viajaba saturada de gente; pasados dos días, volvía otra máquina, así poco a poco iban desalojando la esta-ción, hasta llegar todos a la ciudad de México. Al maestro Güemes le tocó ver más de cuatro mil almas que se quedaron en la estación y cuando llegó a la capital del país, se fue a vivir por el rumbo de Tepito, ahí vivió una temporada; entonces fue a ver al maestro Miguel Salinas, quien le dio una recomendación para trabajar en una escuela del D.F. En 1919 el presidente Carranza puso trenes gratuitos para el que quisiera regresar a Morelos, entonces el maestro Güemes vino a Cuemavaca para ver en qué condiciones estaba la casa de sus padres. La encontró completamente destruida, los techos cayéndose, ahí vivía el que quería porque nadie le cobraba renta. Así muchos fuereños se hicieron de casas, principalmente gente de Guerrero, que aprovecha ron el abandono de Cuernavaca; se posesionaron de casas y se hacían propietarios". (Continuará).

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