No se sabe con exactitud cuántas barrancas existen en el municipio o valle de Cuernavaca, pero son cuantiosas. Las identificamos por sus distintas dimensiones: Cañones, barrancas, barrancos, barranquillas, cañadas, hondonadas, etc. Su creación es el resultado de un proceso geológico que tardó miles de años, en el cual la madre naturaleza intervino para crear su biodiversidad. Las barrancas formulan en su interior funciones ecológicas diversas, tanto por su abundante vegetación como por su abundante fauna, por sus corrientes de agua y manantiales como por sus corrientes de aire; esta armonía es la que ha contribuido a generar el clima tan famoso  de Cuernavaca. Cada barranca tiene su nombre y algunas tienen sus historias y leyendas. La más famosa de la capital morelense es la de Amanalco, por ser la que atraviesa por la mitad la ciudad de Cuernavaca y por ser una de las más largas y profundas; mide aproximadamente 15 kilómetros de longitud y tiene honduras hasta de 30 a 40 metros. Se origina o se forma de la unión de tres barranquillas localizadas al norte de la ciudad, por el rumbo de las colonias Buena Vista y Lienzo del Charro, entre los poblados de Santa María y Chamilpa. Su trazo se formó en dirección norte-sur y  transcurre hacia el sur de la ciudad hasta desaparecer en el que fuera un vado y hoy el puente de Las Guacamayas, lugar donde comienza el municipio de Temixco; a partir de este punto su afluente de agua más adelante se denomina río Apatlaco. Debido al crecimiento urbano, la barranca de Amanalco no se distingue en toda su trayectoria, sin embargo la atraviesan de oriente a poniente varios puentes construidos en diferentes épocas, de los cuales tres datan de la época colonial. El más antiguo es el puente de Amanalco, situado en el centro de la ciudad, entre la calle Salazar y la avenida Atlacomulco y que fue ampliado en 1970 por el alcalde Ramón Hernández Navarro. El puente de Los Lavaderos o de Oacalco, por donde pasan los arcos del Borda, situado entre las calles Vicente Guerrero y Carlos Cuaglia, no hay dato preciso de quien lo construyó ni en qué fecha. El puente del Diablo es el único que se conserva intacto desde el siglo XVI y comunica a las avenidas Morelos con Madero. El puente de la Emperatriz lo construyeron en la temporada en que a Cuernavaca venían los emperadores y por él pasa la avenida Rufino Tamayo. Muchos automovilistas que pasan por este puente ni se imaginan que por debajo hay una profunda barranca. Los puentes El Túnel y Porfirio Díaz datan del inicio del siglo XX y los construyó el gobernador Manuel Alarcón en 1900; el primero situado entre la avenida Madero y la calle Eugenio Cañas, fue ampliado en el 2005 por el alcalde Adrián Rivera y el segundo es parte de la calzada Leandro Valle. El puente de Las Guacamayas se construyó en 1954, cuando comenzó la urbanización de la colonia Lomas de Cuernavaca, en territorio de Temixco y le pusieron Las Guacamayas por las esculturas de estas aves que están en una placita aledaña al puente y donde había unas jaulas con estas aves. El puente del Libramiento se construyó en 1962 como parte de la carretera Chamilpa-El Polvorín, conocida hoy en día como Paso Express, al oriente de la ciudad; este puente se localiza en el kilómetro 93 y desde sus costados se aprecia un amplio panorama de la barranca de Amanalco. Los puentes de Gutenberg y Degollado situados en el centro de la ciudad, se construyeron con motivo de la inauguración del mercado Adolfo López Mateos en 1964; ambos puentes son obra del gobernador Emilio Riva Palacio y el alcalde Valentín López González. Sobre el puente Degollado construyeron otro más largo: el puente peatonal El Dragón, que llega hasta la puerta del mercado. El puente Cuernavaca es el más reciente, se inauguró al norte de la ciudad en el 2001 y es obra del gobernador Sergio Estrada Cajigal Ramírez; comunica la avenida Valentín López González con la avenida Las Palmas.
Antaño, hace más de 60 años, en el fondo o lecho de la barranca de Amanalco, fluía  un arroyo de agua limpia y cristalina que en temporada de lluvias se convertía en río caudaloso y cuando llovía torrencialmente se formaban trombas de agua que arrastraban troncos, piedras y arena. Pero cuando pasaban las lluvias, la barranca lucía apacible y agradable y era cuando la gente bajaba a recorrerla y a nadar en las pozas que se formaban en el arroyo. Lamentablemente esta barranca desde hace 60 años está contaminada por basura, fauna nociva y descargas de aguas domiciliarias vertidas por los inmuebles construidos al borde y en las laderas de la barranca.  Las autoridades municipales nunca se preocuparon por conservar el entorno ni el interior de la barranca de Amanalco, siempre fue un asunto sin importancia. Las barrancas poseen un potencial ecológico; principalmente generan el oxígeno que respiramos, debido a su gran biodiversidad. Es hábitat de distintas especies animales: Tlacuaches, tejones, ardillas, armadillos, cacomixtles, iguanas, víboras (tilcoatas, mazacoatas,  etc.), aves como el vencejo  o golondrina viajera que anida en los acantilados y en bandadas  se remonta a grandes alturas sobre el cielo de Cuernavaca, desde donde se escuchan sus estridentes trinos; destacan también las calandrias, urracas, primaveras, pericos, gorriones, colibríes, etc. Especies acuáticas como peces, renacuajos, cangrejos, ranas, tortugas; hace 100 años podía verse el gato montés y pumas. Esta riqueza faunística disminuyó drásticamente debido a la perturbación de los ecosistemas. Sin embargo, la barranca de Amanalco tiene mucha historia. Los conquistadores españoles la mencionan en sus crónicas, debido a que fue un obstáculo para pasar a la loma de Cuauhnáhuac y tuvieron que marchar rumbo al norte bordeando la barranca hasta  encontrar el primer vado, por donde finalmente pasaron los huestes invasoras. Sin embargo, una leyenda dice que el conquistador Hernán Cortés, montado en su caballo saltó la barranca en el paso de Telpochhuehueco, donde los bordes de la barranca estaban más estrechos. La barranca de Amanalco la menciona Malcolm Lowry en su novela Bajo el volcán: “Por doquier que se mirase estaba aguardando el abismo a la vuelta de la esquina… Mientras se sacrificaba a Cristo,… la tierra se había abierto en toda esta región…” (Continuará).

Del cronista
Juan José Landa Ávila
local@diariodemorelos.com.mx

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