En un mundo cada vez más digital, la tecnología no solo ha transformado cómo vivimos, sino también cómo recordamos a quienes han partido. En los últimos años, ha surgido un fenómeno tan fascinante como polémico: los deathbots, chatbots diseñados para imitar a personas fallecidas mediante inteligencia artificial. Este concepto, que parece sacado de una novela de ciencia ficción, ya es una realidad en desarrollo.

Los deathbots funcionan a partir de datos recopilados en vida del individuo: mensajes de texto, correos electrónicos, grabaciones de voz, publicaciones en redes sociales y videos. Mediante algoritmos avanzados de procesamiento del lenguaje natural y aprendizaje automático, estos bots pueden responder preguntas, simular conversaciones e incluso replicar patrones de comportamiento y lenguaje del fallecido. Empresas como Replika, HereAfter AI y otras startups emergentes ya experimentan con estas tecnologías.

El objetivo, en teoría, es ofrecer consuelo a los seres queridos, permitiéndoles mantener una “conexión” con los muertos. Para algunos, estas réplicas virtuales son una forma de sanar el duelo. Para otros, representan una distorsión del proceso natural de despedida.

Además, los especialistas advierten sobre los riesgos psicológicos. El apego prolongado a una réplica digital puede obstaculizar el duelo real y crear una falsa ilusión de presencia. “No estás hablando con tu ser querido; estás hablando con un espejo de datos”, advierte algunos psicólogos. 

La aparición de los deathbots marca un nuevo capítulo en la relación entre tecnología y muerte. Si bien ofrecen posibilidades inéditas de memoria y homenaje, también obligan a replantear los límites entre lo humano y lo artificial.

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