En varios países africanos aún se permite la caza de animales de gran tamaño, como leones y elefantes, bajo un sistema de permisos y regulaciones estatales. Esta práctica, conocida como caza de trofeos, genera un fuerte debate internacional entre quienes la defienden como herramienta de conservación y quienes la rechazan por su impacto en la biodiversidad.
De acuerdo con normativas vigentes en naciones como Tanzania, Zimbabue, Botsuana, Mozambique o Sudáfrica, los cazadores pueden acceder a licencias especiales que establecen cuotas anuales, temporadas específicas y criterios sobre la edad o el sexo de los ejemplares. En el caso de los leones, por ejemplo, solo se autoriza abatir machos adultos mayores a seis años, mientras que para elefantes se fijan cupos limitados y zonas determinadas.
Aunque cada país aplica sus propias reglas, la exportación de trofeos está sujeta a convenios internacionales como la CITES, además de restricciones impuestas por naciones receptoras como Estados Unidos o países europeos.
Organizaciones ambientalistas han denunciado que esta actividad puede desestabilizar poblaciones silvestres y fomentar prácticas ilegales disfrazadas de legales. En contraste, defensores de la caza argumentan que los ingresos obtenidos financian áreas protegidas y generan beneficios económicos a comunidades locales.
El tema se mantiene en el centro de la polémica, especialmente en países como Botsuana, donde la prohibición impuesta en 2014 fue revertida en 2019 tras presiones sociales y económicas, lo que reabrió el debate sobre su viabilidad como modelo de conservación.
