Esta investigación sobre “El misterio de la fundación de Machu Picchu” trasciende, hace tres años di una plática en La Universidad Andina en Cusco, ahora la Universidad Científica del Sur en Lima, una de las cuatro mejores catalogadas del país -por la Superintendencia Nacional de Educación Universitariame hizo una invitación oficial para dar una charla sobre el tema, y fue este pasado jueves 8 de junio en el Auditorio del Campus Villa 2, con la presencia de docentes, alumnos, de los decanos Juan Ignacio Pacheco, André Nery, y la directora Arquitectura, María del Pilar Dueñas.

La charla fue un resumen del porqué ese Patrimonio de la Humanidad y una de las Siete Maravillas del Mundo se construyó en ese escarpado sitio de difícil acceso oculto entre las montañas de la Cordillera de los Andes y que, a más de cien años de descubierta, connotados arqueólogos y antropólogos han aceptado no saber cuál sería la razón, concluyendo que “Quizá la siempre ha estado a la vista sin que nos hayamos percatado de ello”.

Y en efecto, siempre ha estado a la vista, concluí que la razón se funda en que las montañas anexas a Machu Picchu, una formación pétrea que semeja al venerado cóndor, un “apus” -montañas también veneradas- a la que los incas añadieron una construcción para semejar la golilla -collar blanco- del cuello de los machos. La conferencia terminó en un conversatorio con docentes y alumnos hasta después de concluida la presentación, lo que permitió despejar inquietudes, dudas, y sumar explicaciones.

Cuatro años antes, el arqueólogo José Bastante, entonces director del Programa de Investigaciones de Machu Picchu, después de una entrevista personal, consultó ampliamente sobre mi propuesta, y mediante correo me informó, “Señor Lavín, lo que le puedo confirmar es que efectivamente nadie ha propuesto como usted, que las montañas Huchuypicchu y Uñapicchu semejan a un cóndor, y que esa sea la razón por la que ese santuario de haya construido en ese lugar”.

Esta investigación tiene sustento en la cosmovisión del pueblo Inca, incluido el tema hierático que refiere a objetos de culto, esto, dentro de la llamada Proto Ciencia, una ciencia emergente en proceso de consolidación que inicia en la imaginación, a la que se suman experiencias, conocimientos y la lógica misma, un campo de estudio que se aparta de las teorías ortodoxas.

Edmundo O’Gorman, historiador y filósofo, solía decir que “La suprema facultad del ser humano, no es la razón sino la imaginación.

La Ciudad de México-Tenochtitlan se fundó en medio de un lago, y Machu Picchu en lo más alto de una montaña hábitat del cóndor. Ambas de difícil acceso donde se tuvieron que acondicionar terrenos, donde su cosmovisión les indicó que tenían que construir su ciudad; donde los aztecas vieron el águila posada devorando una serpiente, y los incas el megalítico cóndor con las alas semiabiertas en postura de proteger el sitio; y Cusco, donde Ayar, hermano de Manco Cápac, se convirtió en lechuza y volando se posó en un peñón como símbolo de posesión, donde se construyó el principal templo de los incas, el Coricancha.

Bien se dice científica y oficialmente que Machu Picchu era un santuario, una especie de monasterio, con afloramientos de agua, que cumplían con las necesidades de la población, solo que, en sus alrededores abundan lugares que cumplen con esas características, pero sin la presencia de la pétrea formación del cóndor.

Se creía que el cóndor era inmortal, simbolizaba la fuerza, la inteligencia, el contacto entre el cielo y la tierra, y responsable de que el sol saliera todos los días, en Machu Picchu las canchas -plazas- están alineadas en diferentes niveles para dejarlo a la vista desde toda la “llacta” -ciudad-monasterio-, y tiene un altar con su efigie donde se practicaban sacrificios humanos para ofrecérselos como alimento, la población era temporal y sucesivamente sustituida por otra.

Europa está más abierta a esta forma de investigación, como la del criptógrafo y arqueólogo Daniel Ruzo -con quien conversé en algunas ocasionesque tratan sobre la interpretación de gigantescas formaciones megalíticas alrededor del mundo, que son creíbles por razonadas y lógicas, pero difusas en comparación con el megalítico cóndor de Machu Picchu que es claramente perceptible. En su libro “El Valle Sagrado de Tepoztlán” Ruzo interpreta las formas de esas montañas por medio de la imaginación, y siendo así, ha sido publicado por la UAEM, y admitidas por La Sorbona de París.

Los más destacados descubrimientos arqueológicos no los han realizado los arqueólogos, sino aficionados a la exploración y a la arqueología como Hiram Bingham interesado en leyendas incas quien descubrió Machu Picchu en 1911; o Heinrich Schlieman, un soñador quien con la Ilíada de Homero en la mano recorrió Turquía, y en 1873 fue el descubridor de la ciudad de Troya y del Tesoro de Príamo, que se creía eran solo leyendas.

Ver lo que no se había visto, decir lo que no se había dicho, y escribir lo que no se había escrito, sin las ataduras academicistas; nos lleva a develar cosas que habían permanecido ocultas.

Nietzsche, decía que “Original, no es que alguien sea el primero en ver algo nuevo, sino quien ve algo nuevo en algo que es viejo, aquello que es visto pero pasado de largo por todos”.

Hacer historia a partir de la nada, es un juego en que las piezas llevan a construir una trama, donde lo inverosímil aflora como sustento de lo verdadero aportando un producto terminado. Pero enseñar a imaginar es difícil porque es algo nato; decía el escritor y filósofo Miguel de Unamuno; “Lo que natura non da, Salamanca non presta y menos Baeza”; o sea que, aquello que la genética ha negado no podrá ser reemplazado mediante la mejor enseñanza.

Y en efecto; “La razón siempre ha estado a la vista, solo había que verla”.

¡Hasta la próxima!

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