Es común escuchar el término “problemas de conducta”, expresado por maestros, padres y profesionistas de la salud. Pero, ¿realmente sabemos a qué se refiere?

Todo niño presenta comportamientos que en ocasiones pueden llegar a molestar. Sería imposible que un infante fuera un modelo de corrección y buenos modales, que nunca hiciera un berrinche o jamás desobedeciera, y que atendiera cada una de nuestras indicaciones sin chistar. 

Pero, por el contrario, cuando estas prácticas empiezan a repetirse, perjudicando el desempeño de las habilidades del propio pequeño y a las personas que lo rodean, hay un problema de conducta.

Cuando se presenta un problema de conducta en el niño, los padres se sienten comprometidos con el manejo del mismo, quieren enfrentarlo de la mejor manera y no afectar la salud mental y emocional del pequeño, pero muchas veces no saben cómo hacerlo. 

Ante ello, es importante tener en cuenta que podemos ser amigos de nuestros hijos, sin olvidar poner límites muy claros.

Para lograr que asimilen el papel de autoridad de los padres no se necesita gritar. Como adultos, debemos saber lo que deseamos que nuestros hijos hagan y lo que no, lo cual tiene que ser discutido en pareja.

Una vez que esto se haya resuelto, hablemos con nuestros hijos explicándoles lo que no deben de hacer y por qué, indicándoles lo que pasará si lo hacen. Si el niño rompe la regla siempre hay que cumplir con lo establecido, y no permitirle salirse con la suya sin afrontar la consecuencia. Pero si respeta la regla, debemos decírselo y hacer énfasis en ello para motivarlo a continuar con ese buen comportamiento.

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