En un mundo donde la productividad se ha convertido en un valor casi sagrado, un mal silencioso avanza entre los trabajadores: el burnout. También conocido como síndrome de desgaste profesional.

 Esta condición va más allá del cansancio habitual, ya que se trata de un agotamiento físico, emocional y mental que, si no se trata a tiempo, puede tener graves consecuencias para la salud y la vida personal.

Más que solo cansancio

El burnout no es oficialmente una enfermedad, pero sí es reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un fenómeno ocupacional y se caracteriza por tres signos principales: sensación de agotamiento extremo, desapego mental hacia el trabajo y una notable reducción en el desempeño profesional.

Aunque comparten síntomas similares, no es lo mismo que la depresión, ya que sus causas están estrechamente ligadas al entorno laboral: jornadas excesivas, presión constante, falta de reconocimiento y tareas emocionalmente demandantes.

En su fase inicial, el trabajador experimenta fatiga crónica, problemas de concentración y trastornos del sueño.

Con el tiempo, pueden aparecer migrañas, problemas digestivos, desregulación hormonal e incluso alteraciones emocionales como ansiedad, irritabilidad y una creciente sensación de fracaso. La frustración reemplaza al entusiasmo, el compromiso se desvanece y la productividad se desploma.

Este círculo vicioso impacta no solo al rendimiento laboral, sino también a las relaciones personales. Familiares y amigos perciben el cambio de actitud, el cansancio, la apatía y el distanciamiento.

¿Quiénes son más vulnerables?

Aunque puede afectar a cualquier trabajador, el grupo de edad más afectado va de los 25 a los 40 años, una etapa de alta exigencia profesional, al igual que ciertos grupos laborales como lo es en el caso de profesiones con alto contacto humano —como médicos, enfermeros, cuidadores y docentes— quienes presentan mayor riesgo.

Por último, también influyen factores personales, ya que las personas con antecedentes de ansiedad o depresión tienen mayor susceptibilidad.

¿Tiene tratamiento?

Afortunadamente, sí. El primer paso es reconocer el problema. El tratamiento puede incluir terapia psicológica, medicación en casos más graves, y lo más importante: una pausa en la rutina laboral. Sin embargo, muchos pacientes sienten que no pueden detenerse al estar atrapados en una lógica de hiperresponsabilidad, miedo a dejar el trabajo o trabajan por necesidad.

Sin embargo, tener una óptima recuperación implica reconstruir los espacios de placer y autocuidado: pasar tiempo con seres queridos, asistir a actividades recreativas, hacer ejercicio y tener una gestión más saludable del tiempo.

El burnout no es debilidad, es una señal de que algo no anda bien en la forma en que trabajamos. Reconocerlo es el primer paso hacia una vida laboral más saludable y sostenible.

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp