Si bien es cierto que el arbitraje en la Leagues Cup no ha sido todo lo aseado que se desearía, la responsabilidad no recae solo en los silbantes, asistentes e integrantes del Var sino en toda la organización y en ella, están implicadas las altas autoridades de la LigaMx.

El presidente de la Liga en México, no tuvo el tiempo, la visión, el tino o la asesoría adecuada para entender que el tema debe plantearse desde antes, con una estrategia pública que todos entiendan y, sobre todo, permita que solo los mejores jueces del área intervengan.

En todo torneo avalado por cualquiera de las Confederaciones que integran la FIFA debe, mandatoriamente, convocarse a un curso previo en que se dicten los procedimientos a unificar, los criterios a seguir y el manejo del VAR. En este evento no sucedió. También se tiene que hacer un listado previo acerca de quiénes serán los árbitros que intervendrán en la eliminatoria. Tampoco se hizo. Debe quedar claro cómo queda integrado el comité de designaciones.

Otra vez la opacidad y el hecho de no tomar en cuenta, ni con una llamada, a la Comisión de Árbitros de México. Las escuadras mexicanas que han quedado eliminadas no deben, por decencia, invocar al arbitraje. Si bien han existido errores, no es por ello que se han ido, la mayoría, por la puerta de atrás. Los narradores, expertos arbitrales, técnicos, directivos y jugadores siguen encontrando una fuente inagotable de pretextos en la función arbitral y eso, al hacer coro, inclina la balanza de la opinión pública. La realidad es que, con el pretexto de la “internacionalización” de nuestro balompié, los dueños y su empleado de lujo se bajaron los pantalones.

La fiesta es de la MLS. Se juega, se viaja, se duerme, se aplaza, se bebe, se come y se baila al son que ellos tocan y el arbitraje no es un asunto menor. Los equipos mexicanos deben extrañar nuestro sistema arbitral, Con errores, claro, pero consistente. Sobre todo en el VAR, tan criticado acá y tan solicitado allá por los propios integrantes de los cuadros aztecas. Aquí viene a cuento aquella historia que me contaban mis abuelos cuando era chaval. Érase de un hombrón, grosero, prepotente, majadero y provocador que a todos en el barrio llenaba de temor. Con su familia no era diferente y cuando salía de casa, todos respiraban aliviados.

El tipo no era viejo pero resulta que un día, externó su deseo de morir. ¡Bueno!, ojalá que así fuera, pensaban todos, pero se abstenían de manifestarlo, no vaya a ser que se cebe, como dicen en mi rancho. Resulta que el cura del pueblo, hombre compasivo, se acercó con el repulsivo sujeto para preguntarle: Si estás en la flor de la vida, fuerte y sano, ¿por qué quieres morir? A lo que el incivil sujeto contestó: “¡Pa´que me extrañen!”. 

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