Una de las situaciones que la modernidad ha traído a los deportes profesionales en general, es el hecho de que los protagonistas tengan la obligación de comparecer a una conferencia de prensa una vez terminado el cotejo.
Como muchas cosas en la vida, el patrón de dicha comparecencia ante los medios de comunicación, responde a un patrón cultural.
Por ejemplificar, después de un torneo de golf en la PGA, se entrevista al ganador.
Nadie en su sano juicio buscaría al que dejó escapar la victoria mediante un tiro al agua, una bola en el búnker mal sacada o un tripot.
Además, en casi todas las manifestaciones deportivas, el entrevistador tiene por fuerza que ser un experto en la materia, so pena de ser exhibido en cadena internacional.
En el futbol ocurre todo lo contrario. El morbo colectivo busca la declaración del derrotado, del enojado, del ardido, porque de esa manera, agarran migajón para las múltiples plataformas que cubren el juego más visto y practicado a nivel global.
Los reporteros que cubren la fuente, se decía antiguamente en las crónicas policíacas, suelen ser bastante limitados en conceptos, lenguaje y cultura en general.
Las preguntas se repiten de modo que hacen parecer que lo que se busca, es sacar de quicio al entrevistado.
Del otro lado del escritorio tampoco hay un dechado de virtudes o son “damos del buen decir”, evocando a la querida y admirada Talina Fernández.
Lo que escuchamos son palabras vacías, lugares comunes, justificaciones, explicaciones no pedidas y en la mayoría de los casos, caer en el socorrido pretexto de culpar al arbitraje.
Luego de la eliminación de Pumas a manos y pies de Monterrey, el entrenador felino Gustavo Lema armó un compendio de lo ya mencionado.
Primero, se quejó de la habilitación para jugar del originalmente suspendido Lucas Ocampos. Efectivamente, lo decidido por la Comisión de Apelaciones carece de lógica y sentido, pero él ya sabía que el argentino iba a alinear. Así que, en lugar de llorar, debió planear como neutralizarlo.
Luego, se aventó la puntada que el citado Ocampos valía más que toda la plantilla universitaria, en una clara y flagrante falta de respeto a los suyos porque, además, esto es falso.
Ya encarrerado arremetió contra los jueces diciendo que no le marcaron, por lo menos, cuatro penales.
De los “horrores” de su cuadro bajo y guardameta no dijo ni pio.
Si este formato persiste, los propios clubes deberían impartir un curso de oratoria básica a sus jugadores y técnicos.
En un juego pasional como el futbol, lleno de matices y colores, me parece ocioso hacer salir a un tipo poco preparado para el tema, con las pulsaciones todavía al mil, con el carrete que le dieron sus jugadores con quejas en el vestuario y con la calentura de la derrota a conversar con una prensa caníbal y carroñera.
Si en mis manos estuviera, por supuesto que la dichosa conferencia de prensa…la quitaría.