El seleccionado nacional mexicano cumplió con lo que de él se esperaba, al ganar la Copa Oro de la Concacaf.
Luego de pasar sin mucho apuro la fase de grupos, donde enfrentó a sus ¿similiares?, de República Dominicana y Surinam, poniéndole interrogación porque no hay punto de comparación, dejando al final de ese camino al cuadro de Costa Rica.
Luego, le tocó un verdadero flan, como Arabia Saudita, quienes en noventa minutos no realizaron un solo tiro a la puerta de Luís Ángel Malagón, para luego recibir en Semifinales a Honduras.
Los catrachos jugaron como se esperaba, con barridas inmisericordes y metiendo la pierna en serio, pero de la calidad que llegó a tener esa selección, queda poco y nada.
En otra llave, Guatemala, magistralmente dirigida por el “Flaco” Luís Fernando Tena, había hecho la travesura de eliminar a uno de los favoritos, Canadá, para jugar el pase a la Final ante Estados Unidos.
El cuadro de las barras y las estrellas ni se despeinó para regalarle a la afición y al comité organizador, la final soñada y diseñada desde el principio.
El pasado domingo tuvo lugar en Houston ese partido y el tricolor, pese a empezar perdiendo, fruto de un gol a balón parado anotado por Chris Richards, tuvo la suficiente capacidad de respuesta para alzarse con el trofeo.
Una vez que se ha cristalizado lo que tiene que ser una obligación, vienen las conclusiones que, sin duda, deberá sacar el responsable del equipo, como lo es Javier Aguirre, pero también todos aquellos que, de una forma u otra, estamos involucrados en este maravilloso juego llamado futbol.
Lo primero que no debemos perder de vista, es el pobre nivel de los rivales.
Si a la luz de la victoria, nos encandilamos y realmente creemos que hay un avance o cambio sustancial, estamos cayendo en el auto engaño.
Se tiene que decir y ponderar: Estados Unidos compitió con un cuadro alternativo, faltándole por lo menos, ocho titulares indiscutibles, que estarán sin duda en el próximo Mundial.
Algo parecido sucedió con el equipo r epresentativo de la Hoja de Maple.
Del resto de los contendientes, la verdad, no se hace un solo equipo de respeto.
Quizá México acertó al llevar a sus mejores hombres, solo que eso les ha quitado la posibilidad de tener un período de descanso antes de la Copa del Mundo, a solo once de meses de su inauguración y eso no es del todo positivo.
No hubo un solo rival que los hiciera sufrir y aun así, la falta de contundencia en el ataque ya resulta alarmante.
Se sigue dependiendo de Raúl Jiménez, convertido hoy en un jugadorazo.
Rescatable la presencia de Marcel Ruiz, Mateo Chávez y el jovencito Gilberto Mora, quienes podrían convertirse en imprescindibles para el “Vasco”, de cara a los compromisos que vienen, en forma de juegos de preparación y fechas FIFA.
El triunfo tiene muchos papás y los jilgueros se dan vuelo con el retorno del “Gigante de Concacaf”. Yo prefiero la cautela, aunque me puedan tachar de…el clásico amargoso.
