Portaban tres armas largas calibre 223mm, una escopeta, cuatro pistolas calibre 9mm y otra 38 súper, además de nueve aparatos de telefonía celular así como algo de droga: 76 dosis de metanfetamina, 44 de cocaína, 10 de marihuana, una bolsa grande con marihuana y una bolsita con metanfetamina. Fueron capturados la tarde del martes anterior en medio de un operativo tan espectacular como aparatoso y efectivo, por agentes de la Secretaría de la Defensa Nacional, la Guardia Nacional, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y la Fiscalía del Estado de Morelos. Obviamente, el trabajo mayor fue de los elementos federales. Lo cual en estos casos no resulta extraño, pero sí relativamente novedoso que los capturados eran dirigidos por una mujer, y más aún, que ésta resultó ser la tesorera de Temoac, Andrea Angelina “N”, alias “La Patrona” o “La Jefa”, de 49 años de edad, ésta de edad madura, no así los tres detenidos, Adrián, Édgar y Moisés, jóvenes de entre 18 y 22 años. Fue natural que la presencia del contingente de policías y militares sorprendiera a los vecinos de Huazulco, una población de menos de 5 mil habitantes que pertenece al municipio de Temoac, en el oriente de Morelos.

Las nuevas generaciones de morelenses ignoran que Temoac estuvo muchos años estigmatizado por la violencia. Corría el año de 1975 cuando fueron quemados vivos dos agentes y dos “madrinas” de la Policía Judicial, en la celda de la ayudantía de Temoac que entonces pertenecía al municipio de Zacualpan de Amilpas, donde fueron encerrados por una multitud que acudió al tañido de las campanas. Los acusaron de que intentaron extorsionar a un curandero estimado por el pueblo, y sin mayor trámite los “asaron” cuando aún estaban vivos…

Dos años más tarde, Temoac se convirtió en municipio, y no ciertamente por las buenas. La muchedumbre apareció pardeando la tarde en el Zócalo de Cuernavaca. Eran varios miles, los suficientes para colmar la Plaza de Armas, la mayoría hombres y unas cuantas mujeres. Yo los vi. Se les notaba extenuados y no era para menos, luego de caminar unos sesenta kilómetros, hostiles, enojados, determinados a no regresar a sus pueblos de Temoac, Amilcingo, Popotlán y Huazulco si no era con la misión cumplida. Querían ser municipio, y lo lograron, hartos de ser marginados, de que los alcaldes siempre salieran de la cabera, Zacualpan, y no de las ayudantías, así que la imposición de Mariano Cerezo como el candidato del PRI a la alcaldía acicateó la protesta. Eran tantos que no cupieron en el Salón Gobernadores, de modo que sólo pudo pasar una comisión de unos doscientos. Y para que los de afuera pudieran escuchara lo que se iba a decir adentro, pusieron bocinas en los balcones del Palacio. Menudearon las consignas contra el gobierno. Del griterío que surgió de la explanada se alcanzó a oír una que otra mentada de madre con dedicatoria directa al gobernador Amando León Bejarano. Juntos, Temoac y los tres pueblos satisfacían el requisito constitucional de tener un mínimo de diez mil habitantes para poder ser municipio, sus ingresos directos se reducían al cobro de piso del mercadito de Temoac, pues el impuesto predial era recaudado por el Gobierno del Estado, pero quedaban las participaciones federales que les serían suficientes. Fue en vano que el Gobernador intentara resistirse a la exigencia la muchedumbre. El 17 de marzo de 1977 el contingente de los cuatro pueblos se regresó a su tierra llevándose impreso el decreto del municipio de Temoac. Entonces Temoac no estaba contaminado por el narcotráfico… (Me leen mañana).

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