Caras las consultas médicas y arbitrarios los precios de los medicamentos, a tanta gente que se enferma y no tiene IMSS o ISSSTE le quedan cuatro recursos: el Seguro Popular, empeñar hasta la camisa para poder ser recetados por médicos particulares, ir a los hospitales de la red de la Secretaría de Salud o acudir a la medicina tradicional, incluidas yerbas sanadoras, curanderos, brujos de a de veras o mentiras y charlatanes. Tal es la vida de miles de familias. Llega la señora al mostrador de la farmacia que está junto al hospital general Ernesto Meana. Le muestra una receta al empleado. Pregunta cuánto cuesta el medicamento escrito ahí. El joven teclea en la computadora y suelta la sentencia: mil ochocientos pesos. La cliente hurga en el pañuelo anudado. No le alcanza. Para colmo, cápsulas como las de la receta sólo hay de patente y no las hacen similares, así que cuestan lo que dice que valen y punto. Pero eso no le importa al gobierno, y menos a los laboratorios, tan inhumano uno como el otro. Tal ha sido la vida de al menos tres generaciones de mexicanos, de morelenses. Tanta gente y tantos años han pasado que no existe una solución rápida, sólo paliativos y a veces ni eso. Hasta parecería que no puede ser de otra manera… pero sí se puede. Segundo lugar en número de habitantes sólo después de Cuernavaca, respectiva y aproximadamente con 400 mil y 350 mil, el municipio de Jiutepec es también el dos por cuanto respecta a la producción bruta local. A simple vista, esto lo explican los empleos de las plantas ubicadas en la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca (Civac), que pertenece a la propia localidad jiutepequense, así como la proliferación, en los últimos años, de establecimientos comerciales (entre otros los supermercados que allá abundan), negocios de servicios, el campo y otras actividades productivas. La objetividad de los números advierte la necesidad de servicios médicos para una población en crecimiento constante. Calculado un universo de 115 mil beneficiados en unidades médicas, esto es posible porque el alcalde Rafael Reyes Reyes hizo algo que no suelen hacer los políticos: contratar y pagar a personal para que en la ciudad vecina a Cuernavaca los centros de salud comiencen a funcionar paulatinamente y ya no sólo por las mañanas, también hasta la tarde-noche mediante turnos matutino y vespertino. ¿La clave? Sensibilidad social, algo que no es común en la clase política… ES LA sierra de Huautla una reserva de la biosfera así declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en octubre de 2006. Abarca 59 mil hectáreas de los municipios de Tlaquiltenango, Puente de Ixtla, Jojutla, Amacuzac y Tepalcingo. Su nombre se lo da la comunidad de Huautla, zambutida en la sierra de Tlaquiltenango, el municipio de mayor extensión territorial de Morelos, de calles serpenteantes que brincan en la topografía accidentada y casas de adobe con techos de teja. Hasta fines de los setenta, su gente vivía de la mina de plata y un tanto de la agricultura, pero pocos años después cerraron los dos “tiros” de la mina y Huautla se convirtió en un pueblo fantasmal. El tal silencio, que se escucha el zumbido de las moscas, y tal la soledad, que las aves de corral se pueden contar con los dedos de las manos. De aquel pueblo alegre y laborioso sólo quedan las obras luego no mantenidas del sexenio de Lauro Ortega Martínez, el gobernador que a mediados de los ochenta lo remodeló. Amigos de Huautla que residen en Cuernavaca evocan la bonanza que no regresará, cuando de su pueblo salía la plata para las monedas que acuñaba Emiliano Zapata y en los cincuenta los “tiros” Real de Huautla y Santa Cruz Santiago seguían produciendo el metal argentino que era llevada a “beneficiar” a Taxco y San Luis Potosí, hasta treinta años después que la empresa francesa Compañía Minera de Santiago y Anexas cerró los dos “tiros” y comenzó el éxodo que en poco tiempo lo convirtió en un pueblo semi deshabitado. Región de paisajes contrastantes que van de la exuberancia de las riberas del río a los acantilados cortados a tajos de machete y lomas heridas por cactus de gran tamaño, Huautla no es visitada ni en Semana Santa, a diferencia de los manantiales de Las Huertas que por estos días fueron disfrutados por miles de chilangos y morelenses que fueron y vinieron o se quedaron a acampar. Para llegar a Las Huertas se corta por una desviación de la Autopista del Sol, un par de kilómetros adelante del entronque de Tequesquitengo. Que valga el comentario a manera de “tip”, para que los que no pudieron salir en la Semana Santa se den una escapadita hoy, tranquilos, sin tumultos. ¿Vale?.. (Me leen mañana).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com

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