La masacre del martes pasado en la colonia Antonio Barona, que costó la vida a al menos ocho personas y causó heridas a varias más, volvió a poner en el debate el tema del mando de las policías.

¿Qué es mejor para la seguridad de los habitantes? ¿Un solo mando para todo el estado o mandos individuales en cada municipio?

La discusión y los argumentos fueron los mismos en los inicios del sexenio anterior, la decisión se repitió, se impuso el mando unificado pero la seguridad no mejoró.

Hoy, otros y los alcaldes de Cuernavaca y Yautepec, Antonio Villalobos Adán y Agustín Alonso Gutiérrez, se han pronunciado en contra de la continuidad de un único mando en la policía estatal.

Ponen en tela de duda la utilidad del mando concentrado en una sola persona, y por ende la capacidad del comisionado de seguridad estatal, José Antonio Ortiz Guarneros, cuya destitución fue solicitada por abogados litigantes tras el asesinato del licenciado en derecho Daniel Benítez Callado ocurrido en Temixco.

Dividido el gremio de los abogados, ha sucedido históricamente, que cada agrupación camine por su lado, persigan intereses distintos y acaten circunstancias parecidas pero tengan el denominador común de la política.

Abundantes los nombres, llama la atención que solamente una organización de abogados se pronuncie a favor del mando único policial. “Política” la posición que adopta “para quedar bien”, critica a los presidentes municipales, considera que no han cumplido con su responsabilidad de garantizar seguridad a los ciudadanos pero omite que esta misma responsabilidad no ha sido cabalmente cumplida por el Gobierno Estatal.

Al final, mientras el manto de la impunidad cubre la masacre de la Barona la inseguridad continúa como el tema principal y de fondo sin solución…

En estos días los tiempos pacíficos que se fueron parece imposible que vuelvan.

Feria de Tlaltenango.

¿Cómo celebrábamos los cuernavacenses esta que al ser una de las festividades católicas más antiguas de México está cumpliendo la friolera de tres siglos?

La tradición era caminar de noche hacia el sitio del festejo, chavos y chavas, papás y mamás en los sesenta, los setenta, los ochenta y parte de los noventa.

La caminata iniciaba por ahí de las dos de la madrugada, de los barrios del centro a Tlaltenango. Subiendo en grupos por Morelos y Zapata, llegabas, te subías a los juegos mecánicos, “ligabas” novia nueva o te citabas con la que ya tenías; combatías el frío calentándote con el faje en lo oscurito o saboreando un atole champurrado, desayunabas más temprano que de costumbre tamales verdes, rojos y de dulce, a poco de que amaneciera dabas “Las Mañanitas” a la Virgen y te metías a misa.

La ciudad recordaba que en los albores de los sesenta un camión de la línea “Ometochtli” al que se le “chorrearon” los frenos se precipitó sobre la cuesta de la avenida Emiliano Zapata.

Venía de Tepoztlán rumbo a su terminal que estaba en la calle Leandro Valle, cerca de la esquina de Matamoros que refería la estatua de los Niños Héroes.

El autobús sólo detuvo su loca carrera banqueteando, recargándose en un taller mecánico que estaba una cuadra abajo de la esquina de Obregón y Ávila Camacho.

Murieron todos los pasajeros, y una hija del ícono tepozteco don Ángel Bocanegra, quien formó parte del Escuadrón 2001 que fue a la Segunda Guerra Mundial, resultó gravemente lesionada… (Me leen después).

Por José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com

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