Colocado el jueves anterior por sus familiares y amigos en una jardinera de la Plaza de Armas de Cuernavaca, el busto de Samir Flores Soberanes representa una bofetada a la indiferencia del gobierno. Han pasado seis años de que Samir fue asesinado sin que hasta hoy los responsables sean castigados.
La historia de esta infamia permanece en la memoria de Morelos, sobre todo de la gente de la región oriente. Temprana la mañana del martes 19 de febrero de 2019 tocaron a la puerta de la casa de Samir, en Tetelcingo. Él mismo abrió y uno o más sujetos le metieron cuatro balazos, dos de ellos en la cabeza. Un año más tarde, el viernes 25 de febrero de 2020 el entonces gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo aseguró en Jonacatepec que él a la sazón titular de la Fiscalía General del Estado, Uriel Carmona Gándara, “sabe quién” asesinó a Samir, pero no quiere revelarlo “porque “tiene miedo”. La intención de Cuauhtémoc no era aclarar este homicidio, sino atacar al fiscal Uriel Carmona con el que se mantuvo peleado todo el sexenio. Pero ahí no paró el asunto. El jueves 12 de 2021, dos años después de la ejecución de Samir Flores, el fiscal Carmona volvió a pedir paciencia a los familiares y amigos de Samir. Expresó: “No vamos a caer en presiones, queremos dar resultados sólidos”. Pero terminó el sexenio 2018-2024 sin que hubiera ningún resultado del homicidio de Samir, el activista social que participó en el movimiento contra la apertura de la planta termoeléctrica en Huexca. El columnista reaccionó escribiendo este comentario que hoy cobra vigencia:
–De cierta forma este caso tiene relación con la historia de otro homicidio de carácter político que quedó sin castigo, el de Vinh Flores Laureano, el tío que no conoció Samir. En 1977, el cadáver de Vinh fue hallado en los límites con el estado de Puebla. Verdad o mentira, entonces se decía que Vinh había cursado estudios “de guerrillero” en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú. Otra historia, de la que de cierta manera el trabajo del columnista lo volvió un testigo involuntario, se remonta a los setenta. Turistas y lugareños atestábamos el Zócalo de Cuernavaca las noches de viernes y sábados, pero el 16 de marzo de 1977 no cayó en fin de semana, sino en miércoles, así que no había muchas personas en la explanada. Por la mañana, los “orejas” de Gobernación, de la Zona Militar y la Policía Judicial habían reportado el contingente de Temoac que, tras salir caminando del crucero de Amayuca y pasar la noche de la víspera a la altura de la colonia La Joya, llegaron a Cuernavaca pardeando la tarde. Sorprendieron por dos cosas: por su actitud beligerante y porque eran cientos, formada la muchedumbre por hombres y unas pocas mujeres que colmaron la Plaza de Armas. Se les notaba extenuados. Habían caminado unos sesenta kilómetros, hostiles, decididos a no regresar a sus pueblos de Temoac, Amilcingo, Popotlán y Huazulco sino hasta haber conseguido su propósito. Querían ser municipio y separarse de Zacualpan, y lo lograrían topara en lo que topara. El gobernador Armando León Bejarano no sabía cómo se las gastaban los pueblos de la región oriente del estado de Morelos. Al igual que el años más tarde también gobernador y actualmente diputado federal “por Morelos”, Cuauhtémoc Blanco, Bejarano no había sido ni nativo ni residente de nuestra entidad. Impuesto en 1976 desde la Ciudad de México como “virrey” de Morelos, llegó con un séquito de fuereños a gobernar una tierra que desconocía. Lo sorprendió la rebeldía de los ejidatarios, los peones, los profesores, las señoras de rebozo del Morelos rural. Eran tantos que no cupieron en el Salón Gobernadores, así que sólo pudo pasar una comisión integrada por unos doscientos. Para que los de afuera pudieran escuchar lo que se iba a decir adentro, pusieron bocinas en los balcones de Palacio. Juntos, Temoac y los otros tres pueblos satisfacían el requisito constitucional de tener un mínimo de diez mil habitantes para erigirse como el municipio número 33 y escindirse de Zacualpan. La discusión continuó por horas, los “temoacos” se mantuvieron firmes y aguantaron hasta la madrugada, cuando por fin Bejarano dobló las manos y cedió a la fundación del municipio con cabecera en Temoac. Sin embargo, el gentío no abandonó el zócalo de Cuernavaca. También quedamos algunos reporteros hasta el otro día que la muchedumbre aceptó irse, pero llevándose el ejemplar del periódico oficial con el decreto de la creación del municipio de Temoac que a partir de 1978 celebrarían cada 17 de marzo. Bejarano moriría el 6 de julio de 2016… (Me leen mañana).
Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.
