En el sexenio 1976-82 gobernó la “legión extranjera”, apodada así porque el gobernador Armando León Bejarano Valadez y los titulares de secretarías y direcciones importantes eran una bola de chilangos. Despectivo el terminajo, los nativos referían a los secretarios de Finanzas, Raúl Morales del Río, de Obras Públicas, Fernando Jiménez Cano, a otros y a los que pasaron por Programación y Presupuesto, Mario Sánchez Ruiz y Armando Bejarano Almada, este último hijo del Gobernador. Si efectivamente Bejarano había nacido en Cuautla, desde niño su familia lo llevó a residir al Distrito Federal, así que para los morelenses era un absoluto desconocido. Relevado Bejarano en 1982 por Lauro Ortega Martínez, tres años antes éste había sido electo diputado federal por el distrito con cabecera en Jojutla, y desde tiempo atrás tenido una casa de fin de semana en Xochitepec. Tampoco era nativo de Morelos, pero su amistad con el presidente José López Portillo le abrió de par en par la puerta de la gubernatura; los programas sociales que creó –del bolillo popular, lotes de terreno gratis para familias de escasos recursos y otros– así como la política de inclusión como designó a políticos representativos de regiones de Morelos en las cabezas de secretarías y direcciones le dieron autoridad moral para gobernar. Verbigracia. José Castillo Pombo, de Cuernavaca (secretario del Abasto); Alfonso Cerqueda Martínez, de Cuautla (presidente del Congreso Estatal); Rubén Román Sánchez, de Jojutla (director del símil de aguas estatales) y un largo etcétera. Su sentido común, que en los políticos suele ser el sentido menos común, y sobre todo su sensibilidad social le granjearon a don Lauro el aprecio de la masa popular y el respeto de la clase empresarial. Históricamente repudiada la figura de diputado por la gente de a pie, desde el principio Ortega dio muestras de que sería un gobernador diferente. Terminado de construir en los últimos días o semanas de la administración bejaranista, el Teatro de la Ciudad estaba listo para ser inaugurado. O casi, concluidos o a poco de serlo el escenario, los telones de boca y seguridad, el foso, las bambalinas, los camerinos, la concha acústica y otras áreas, visibles o invisibles para el público. Pero el doctor Ortega, que nada quería saber de Bejarano e incluso lo hizo correr hasta Costa Rica (por esos días su yerno Rafael Ángel Calderón Fournier era candidato a la presidencia de allá y tras perder en dos ocasiones la elección a la tercera ganó) desechó el proyecto del teatro y lo convirtió en Palacio Legislativo, es decir, la sede del Congreso de Morelos en la avenida Matamoros. Ahí tomaron posesión como gobernadores los priistas Lauro Ortega, Antonio Riva Palacio, Jorge Carrillo Olea, Jorge Morales Barud y Jorge Arturo García Rubí, los panistas Sergio Estrada Cajigal y Marco Adame Castillo y el perredista Graco Ramírez Garrido Abreu. El edificio, que formalmente nunca funcionó como teatro pero sí en la práctica habida cuenta las funciones teatrales de las y los diputados, continuó siendo la sede del Legislativo hasta que el sismo del 18 de septiembre de 2017 lo canceló como tal. La versión oficial fue que el terremoto lo dañó estructuralmente, pero aunque no trascendió que expertos hicieran o no un peritaje, fue abandonado por las y los legisladores y los empleados. Excepto el estacionamiento y alguna otra área lleva tres años inutilizado, y es hasta ahora que la Secretaría de Administración anuncia un proyecto para usarlo, ubicar “algunas dependencias” y ahorrar el costo de rentas en otros inmuebles. Pero no será fácil ni pronto. Antes el gobierno estatal deberá presentar al federal un proyecto de inversión para poner el edificio en condiciones de ser ocupado, además de esperar a que la Secretaría de Obras Públicas exhiba un dictamen sobre las condiciones que tiene el inmueble. ¿Y qué tal si en el teatro que no lo fue asustan fantasmas de diputados? Los sobrevivientes del primer círculo de colaboradores de Ortega, como el hoy precandidato a diputado federal por el PVEM, Ricardo Dorantes, deberían saberlo… (Me leen después).

Por José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com 
 

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