Después del desplome de la economía con José López Portillo, Miguel de la Madrid dio marcha atrás a la nacionalización de la banca y al control de cambios mediante la devolución de un 33% de las acciones a manos privadas y la eliminación parcial de ese control.

 Pero siguió el cierre de las pequeñas y medianas empresas (principales generadoras de empleo) e inclusive algunas grandes, para el inicio fuerte de la economía informal, según se dijo.

 Pero se agudizó la crisis, y mientras en 1982 la inflación anual ascendió a 98%, en los años siguientes siguió subiendo: en 1987 llegó al 159.

2 %, hasta entonces, la más alta tasa de inflación registrada en la historia de México.

 Mediante el Programa Inmediato de Recuperación Económica (PIRE), en 1987 De la Madrid congeló los salarios, liberó los precios y devaluó el peso hasta en 2,700 por un dólar –la menor paridad de la historia– para lograr “competitividad”.

 Las tasas de interés se ubicaron en 159.

78% anual y se alentó la especulación bursátil, por lo que la bolsa de valores sufrió la mayor caída de su historia en octubre de 1987.

 Además, duplicó las tasas impositivas vigentes e hizo ajustes fiscales para paliar los efectos de la inflación en los créditos y obligaciones de los contribuyentes, lo que disminuyó el déficit fiscal, pero a un gran costo político y social.

 Ante el descontento general, el 15 de diciembre de 1987 De la Madrid se sacó de la manga el Pacto de Solidaridad Económica con organizaciones de trabajadores y de empresarios para subir las tarifas y precios del sector público, aumentar el 15% a los salarios y el 20% a los mínimos, con la indexación de éstos últimos al costo de la vida.

 Los empresarios, por su parte, se comprometieron a “la moderación de los precios”.

 A partir de 1988, la inflación y las tasas de interés comenzaron a ceder.

 Al final del sexenio, el déficit del sector público regresó a niveles similares a los de 1982: la inflación ascendió a 131%, sólo el 35% de la fuerza de trabajo que estaba empleada en el sector moderno de la economía, los salarios reales eran 40% menores a los de 1980, la deuda externa aumentó en más de un 30% y se pagaron más de 12,000 millones de dólares anuales por concepto de intereses.

 En el ámbito social, el gobierno de Miguel de la Madrid enfrentó los sismos del 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México, que ante la pasividad e ineficacia gubernamental provocaron la organización popular.

 Casi al final del sexenio, también tuvo que enfrentar las afectaciones a Cancún, Quintana Roo, por el huracán Gilberto en 1988.

 Más tarde, según cálculos de migración, en el decenio de 2000 a un 2012 casi 50 mil habitantes de Morelos dejaron su tierra para vivir en Estados Unidos.

 Esto significó 30 de cada mil personas con respecto al promedio nacional de 16 de cada por mil.

 Una relación de casi el doble de la media nacional, incluidos otros estados “exportadores” de mano de obra como Querétaro, Guanajuato, Guerrero y Oaxaca.

 Ese dato confirmó la masa de morelenses que se fue buscando el “american way of life”.

 Desde los primeros diez años del siglo XXI uno de los mayores “productos de exportación” de Morelos era y sigue siendo el de la mano de obra barata.

 La situación no ha variado una pizca, habida cuenta la degradación del nivel de vida.

 Los paisanos no han querido marcharse, pero la carencia de empleo, la creciente inseguridad y el abandono del campo los ha obligado a poner pies en polvorosa, dejando atrás familia, mujer e hijos, al resto de la parentela y amigos.

 Cuatro décadas después, ¿alguien añora el neoliberalismo? Sí: el conservadurismo del anti-AMLO que se manifestó el domingo… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com

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