El presupuesto de 33 mil miles de pesos hace factible subsidiar al transporte público para que no aumente la tarifa mínima de las rutas. Tal es la propuesta del diputado local electo por el XII distrito, Agustín Alonso Gutiérrez. (Los “Tilines”, les llaman por los rumbos de “Yaute” a éste y a su padre, el también ex alcalde de Yautepec y hoy presidente municipal electo de la misma localidad, Agustín Alonso Mendoza). Resumió el futuro legislador, ayer en el Diario de Morelos: “Entendemos de la crisis que está viviendo el sector de los transportistas, al igual que todos los sectores económicos, por lo que, para mantener un equilibrio, lo ideal sería que, de los más de 33,000 millones de su presupuesto, el Gobierno de Morelos otorgue un subsidio para poder mantener la tarifa que prevalecía en nuestro estado, y que los transportistas asuman el compromiso real de brindar un transporte digno para todos los usuarios”… La historia viene a cuento: En 1979-80, los usuarios de Cuernavaca y municipios aledaños estaban hartos de que los permisionarios subieran las tarifas cada vez que les daba la gana. De los 40 centavos que costaba un pasaje en las postrimerías de los años cincuenta y los 45 centavos en los sesenta, a finales de esa década escaló a 50, 60 y 70 centavos, y cinco años después ya era de 1.50 como consecuencia de la primera devaluación del peso en el gobierno 1970-76 de Luis Echeverría Álvarez. Años más tarde, se acercaba el final de los ochenta cuando murió el llamado pulpo camionero que databa de fines de los setenta, monopolizado por el desaparecido zar del transporte, Jesús Escudero, un transportista multimillonario que tenía autobuses de pasaje urbano en Acapulco. Gente, se decía, del cacique del priismo guerrerense Rubén Figueroa Figueroa, y uno de los permisionarios más fuertes de la empresa Flecha Roja que en Cuernavaca les compró autobuses y concesiones a los dueños de las líneas Chapultepec, Urbanos y Emiliano Zapata. Hoy que las “rutas” ya han cumplido 34 años, se recuerda que fueron creadas en 1987 como el Sistema de Transporte Colectivo por el gobernador Lauro Ortega Martínez y sorteada en el entonces cine Ocampo una parte de las concesiones entre choferes de taxis, otras a permisionarios de los antiguos camiones de servicio urbano y asignadas directamente unas más a la CTM y el SNTE para la creación de las llamadas rutas obrera y escolar. Fueron choferes de taxis y autobuses urbanos convertidos en concesionarios que empezaron a trabajar con lo primero que hallaron a la mano: coches a manera de taxis “peseros”, viejos la mayoría, y combis que los usuarios aceptaron de buen talante. Sin embargo, tras el deceso del pulpo camionero poco tardó en nacer el monstruo rutero, vendidas las concesiones por taxistas que no supieron manejar el negocio, acaparadas por flotilleros, distribuido el botín entre presidentes de rutas y revividos los permisos del ex monopolio de Escudero. Y lo peor: ya no con uno sino con varios interlocutores y parecidos o iguales vicios, explotados laboralmente los choferes que hasta la fecha cubren jornadas de más de ocho horas sin prestación laboral alguna en un servicio de tercer mundo soportado por niños y adultos que viajan apiñados en microbuses y combis mayormente de modelos atrasados… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com 


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