La basura tiene que ser tirada en algún lado. En Morelos no hay, no ha habido suficientes rellenos sanitarios, y tampoco plantas separadoras de desechos sólidos como sí existen en otras entidades. Al ser un problema añejo, resurge de vez en cuando y por lo regular con un trasfondo político. Para atizar el conflicto de la Subida a Chalma, donde la tarde del viernes un grupo de vecinos bloqueó el paso de los camiones al tiradero de Loma de Mejía, una mano que meció la cuna pudo estarse estirando. Y en realidad no precisamente para cuidar el medio ambiente, sino para asestarle un golpe político al alcalde Antonio Villalobos y de paso “calar” al sucesor de éste, José Luis Urióstegui Salgado. ¿De qué se estaría hablando ahora en México y en Cuernavaca si la pelea campal a puñetazos y empujones entre empleados de la empresa KS Corporativo Ambiental y vecinos de la cuesta chalmeña hubiese arrojado un saldo fatal? ¿Dónde están la autoridad civil del estado, el obispo Ramón Castro o los auto llamados activistas sociales capaces de conciliar los ánimos? ¿Cuándo empezó el problema? Recordemos que hace quince años los habitantes de Cuernavaca vivieron la llamada “crisis de la basura”. Convertida la ciudad en el basurero más grande de México, el confinamiento de bolsas y desperdicios malolientes fue el resultado de la estulticia política del gobierno municipal en turno. Al mismo tiempo, la desesperación de los pobladores de Alpuyeca bocetó el paisaje apocalíptico de lo que sucedería si se dejase de recoger la basura. En marzo de 2006, había iniciado el cierre del tiradero de Alpuyeca e impedido el paso a los camiones de basura… y el ayuntamiento panista aprovechó para privatizar la basura hacer un gran negocio de carácter personal y heredar hasta estos días la deuda de la empresa “Pasa”. El fondo del problema fue detallado por ambientalistas: la basura que todos producimos, sea que se separe o no, se mezcla así: residuos orgánicos 50 por ciento, residuos inorgánicos reciclables 40 por ciento, residuos inorgánicos no reciclables 10 por ciento. Sólo se recicla el 2 por ciento del total de la basura, el resto envenena el agua y la tierra. A “la isla de plástico” me he referido en más de una ocasión, pero vale la pena insistir. También llamado “séptimo continente” se encuentra en medio del Océano Pacífico. Es una isla de tamaño incalculable formada por cepillos de dientes, zapatos, llantas, ropa y toda clase de desperdicios plásticos. Aunque han pasado 24 años desde su descubrimiento, todavía no hay una solución para retirar estos residuos y parar el severo impacto al medio ambiente marino. “El séptimo continente” fue descubierto por Charles Moore el 13 de agosto de 1997. Navegaba en su velero desde Hawaii hasta California cuando, al desviarse de la ruta planeada, encontró flotando en el agua una hilera de botellas de plástico, envases, ropa, bolsas de basura, entre otros muchos materiales que integran una “isla de basura” de dimensiones incalculables. El reporte técnico o explicación sobre el motivo de la acumulación de tal vertedero en medio del Océano Pacífico, es la confluencia en ese punto de la corriente en vórtice del Pacífico Norte con los vientos Alisios del sur que se mueven en direcciones opuestas. Esto da lugar a un remolino que impide que los desechos plásticos se dispersen hacia las costas. En cuanto a la procedencia de estos residuos, el 80 por ciento de la basura acumulada en ese punto proviene de zonas terrestres llegadas a través de ríos, aguas residuales y playas. Es decir, provenientes de nuestros botes de basura, de los contenedores públicos, de las bolsas de plástico llenas de basura dejadas en las calles. El 20% restante está asociado a barcos y a otras plataformas marítimas… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com 


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