Los cortes de luz en pozos del Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de Cuernavaca (SAPAC) por parte de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y las reconexiones a los mismos mediante amparos federales pueden convertirse en un cuento de nunca acabar y, lo más importante, en la solución a los cortes del vital líquido en la capital morelense. Puesto de otra manera: el dicho popular de debo, no niego, y pago, no tengo ante la deuda histórica de la dependencia municipal con el organismo paraestatal, ordenada en estos días por un juez de distrito la reconexión del suministro de energía eléctrica a seis pozos operados por el SAPAC en calles de otras y las colonias Rancho Tetela, Palmira, Delicias, Satélite y Pradera. La deuda del SAPAC con la CFE fue heredada a la administración de Antonio Villalobos por varios alcaldes, al punto de hacerse impagable en la analogía de querer sacar agua de las piedras. Lo que ha venido haciendo el actual Ayuntamiento es paliar el problema, haciendo pagos parciales a la CFE, repartiendo agua en pipas cuando se ha vuelto necesario. Más no es posible hacer, excepto la idea atrilera de pactar un plan de pagos, chicos o medianos pero seguros en mensualidades posibles de saldar por las finanzas del SAPAC, y quizá acordado el plan al alimón por Villalobos y el presidente municipal electo José Luis Urióstegui, al que tarde o temprano tocará atender el problema. Eso o las suspensiones provisionales concedidas por amparos federales que caerán en cascada y provocarán la intervención directa de Manuel Bartlett antes de que cunda el ejemplo en otros municipios igualmente quebrados de la geografía mexicana…

EN este tema he sido insistente, por necesario: Esta vez me dijo un turista y tuve que admitir que tiene razón: la Plaza de Armas y el Jardín Juárez no deben seguir avergonzando a los cuernavacenses, el nuestro no debe continuar siendo uno de los zócalos más cochambrosos de México, administrado no por el municipio sino por la autoridad estatal. En ninguna Plaza de Armas como en la nuestra reinan el abandono, la desidia, la desvergüenza por parte del gobierno. En otros centros urbanos de carácter histórico el comercio ambulante no existe, y si lo hay está ordenado, uniformados los vendedores callejeros, obligados a mantener limpios sus lugares y pintados sus puestos. El comercio de la Plaza de Armas de Cuernavaca y sus alrededores hace años que dejó de ser ambulante. La corrupción, la indolencia de la autoridad y el desempleo lo convirtieron en una actividad fija, apoderados los changarros de todos los giros, incluso taquerías en banquetas y andadores y mandada al diablo la normatividad del uso del suelo. Infestado por miles de ratas que sobre todo en las noches pero también de día caminan en el Zócalo buscando comida entre los pies de las personas.

El Jardín Juárez era lavado a manguerazos las noches de los jueves, por los boleros a los que el Ayuntamiento proveía de jabón y escobas. Eso fue en el trienio 1994-97 del alcalde Alfonso Sandoval Camuñas. Acostumbradas también las jornadas de desrratización en el marcado Adolfo López Mateos, eran llevadas a cabo por brigadas del Ayuntamiento cada seis meses o anualmente. De noche, una vez que cerraban los locales y tapaban los puestos con lonas, ponían veneno en los pisos marcándolo con cruces de pintura roja, y a la madrugada siguiente caían muertas docenas de miles de ratas, tantas que eran sacadas en camiones de volteo y llevadas nunca se supo a dónde. Pero jamás lo volvieron a hacer, al punto que hoy día los locatarios suelen bromear: “¿por qué crees que en la nave principal y los alrededores del ALM no hay gatos? ¡Porque las ratas son más grandes que los gatos y se los comerían!”… (Me leen después)

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com 

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