Divi­sión entre los zapa­tis­tas. Desde hace varios años han venido sufriendo hon­das disi­den­cias los direc­to­res del zapa­tismo, que han dado como resul­tado reyer­tas entre sí. El mons­truo del Sur se ha des­truido a sí mismo. Eufe­mio Zapata murió en una riña con el gene­ral Sidro­nio Cama­cho, en las calles de Cuautla, así como tam­bién han desa­pa­re­cido otras cabe­zas de ese movi­miento, que por tan­tos años se han agi­tado en los esta­dos del Sur… Pero el caso de Oti­lio Mon­taño es dis­tinto, su fusi­la­miento fue pre­ce­dido de todos los for­mu­lis­mos y hasta sus pro­pios ene­mi­gos más encar­ni­za­dos le con­ce­die­ron los hono­res que él mere­cía como autor del Plan de Ayala…”

“En todo el pro­ceso que consta de diez hojas más docu­men­tos nume­ro­sos y car­tas, no apa­rece, como dijo el pro­pio Mon­taño en su refu­ta­ción, un solo cargo que le pueda ser com­pro­bado, y se limi­tan sus acu­sa­do­res a que esta­ban en tra­tos para ren­dirse y que por lo tanto se había hecho reo de alta trai­ción a la causa zapa­tista… Las per­so­nas que se citan como prin­ci­pa­les acu­sa­do­res de Mon­taño son Tibur­cio Figue­roa, de Iguala, y la señora Jesusa Barrera, de Tepe­cua­cuilco, a quien lla­man ‘Chu­cha la Negra’, y parece que fue inmis­cuida en la misma causa que se ins­truyó días antes a los gene­ra­les de divi­sión Fran­cisco Pacheco y Lorenzo Váz­quez, que fue­ron eje­cu­ta­dos tam­bién”.

Más ade­lante, el excom­ba­tiente zapa­tista Juan Sala­zar explica que, con­ven­cido por sus ase­so­res de la trai­ción de Mon­taño, Zapata creó el Con­sejo de Gue­rra, com­puesto por Manuel Pala­fox, M. Y. Gutié­rrez, J. V. Blanco, Sera­fín Robles y Anto­nio Díaz Soto y Gama, quie­nes encon­tra­ron cul­pa­ble a Mon­taño y dis­pu­sie­ron su fusi­la­miento el 18 de mayo de 1917. A estas altu­ras haría falta inves­ti­gar a fondo los cau­sa­les del jui­cio y pro­ce­di­miento de sen­ten­cia. Hay “gato ence­rrado” y la memo­ria de Oti­lio Mon­taño toda­vía demanda la repa­ra­ción al daño infli­gido…

La polé­mica que rodea el pro­ceso con­ti­núa vigente más de un siglo des­pués. Diver­sos his­to­ria­do­res han seña­lado incon­sis­ten­cias en las acu­sa­cio­nes, así como la carga polí­tica que repre­sen­taba el lide­razgo ideo­ló­gico de Mon­taño en aquel momento. El caso sigue siendo uno de los epi­so­dios más con­tro­ver­ti­dos den­tro del zapa­tismo y una herida abierta en la memo­ria his­tó­rica del movi­miento.

(Me leen mañana).

Las opi­nio­nes ver­ti­das en este espa­cio son exclu­siva res­pon­sa­bi­li­dad del autor y no repre­sen­tan, nece­sa­ria­mente, la polí­tica edi­to­rial de Grupo Dia­rio de More­los.

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