Los datos que dio en rueda de prensa el delegado de la Fiscalía General de la República (FGR), Hugo Bello Ocampo, resultan que ni mandaos hacer para armar un rompecabezas. Pero, criptográficos los elementos que aporta, sólo pueden dilucidarse si más a menos se conoce el tema. Algo así por el estilo. Reveló que al menos seis presidentes municipales están en la mira de las autoridades por circunstancias que podrían considerarse “delicadas”. Pero aclaró que no se trata de los alcaldes de Cuautla, Jesús Corona, y de Atlatlahucan, Agustín Toledano, quienes hace algunos meses fueron exhibidos en redes sociales luego de sostener una reunión con el presunto líder del cártel de Sinaloa en Morelos, Júpiter “N”, en un predio que ya fue asegurado por la FGR en Totolapan. “Sí hay algunos asuntos en trámite, de alcaldes recientes”, expresó, y añadió dirigiéndose a los reporteros: “pero obviamente ustedes lo van a entender muy bien. Es información que tiene reserva y secrecía. Y soltó en rueda de prensa: “No hay muchos, pero sí debe haber media docena”.

El problema con los políticos es que sus decires son entre líneas, para no comprometerse y no hablar de más. Así están acostumbrados, sin que ello sea precisamente malo, “sino todo lo contrario”, como dijera el presidente Luis Echeverría. Por separado, y sin que aparentemente ello tenga relación con el tema de la media docena de alcaldes sospechosos de estar coludidos con delincuentes, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Miguel Ángel Urrutia Lozano, dio una “pista” diciendo las palabras “policías de Tlaquiltenango, Xoxocotla y Tepoztlán” y “presuntas irregularidades”.

Total, nada específico, a no ser el “calambre” del delegado Hugo Bello a la media docena de alcaldes que son investigados…

EL CALORÓN. Todavía en algunas zonas urbanas, y no se diga en el campo, cuando arrecia el calor se escucha el canto de las chicharras clamando por la llegada de las lluvias. La chicharra o cigarra, cuyo nombre científico es “Cicada orni”, aturde con su sonido incesante los tórridos días de verano, y aunque lo llamamos canto, en realidad se trata más bien de un concierto de percusión. El ensordecedor sonido lo producen los machos para atraer a las hembras frotando un órgano estridulador, rechinante o chirriante, llamado tímbalo. Éste se halla en los costados del primer segmento abdominal, consta de unas membranas llamadas timbales y de dos cavidades con aire que funcionan como cajas de resonancia. Para apreciar el concierto de sus pretendientes, las hembras cuentan con unos órganos auditivos situados en la zona torácica. Aunque la serenata se puede producir en cualquier momento del día, suele ser más intensa al anochecer y al amanecer.

De niños quizá escuchamos otra versión: que el de las chicharras es un canto agónico, pues la elevada temperatura ambiental hace insoportable el caparazón que le envuelve. Lo que nuestros oídos perciben como una especie de altisonante rechinido es el movimiento para sacudirse su “cascara”. En una caminata por los lugares donde cantan las chicharras, se pueden ver en el suelo las “cáscaras” o cubiertas de estos insectos, muy parecidos a los chapulines, sólo que más pardos y con alas adicionales traslúcidas del tipo de las libélulas. Pero ya sea canto agónico o concierto de percusiones, lo cierto es que las elevadas temperaturas nos han pegado al parecer más duro nunca y, al igual que las chicharras, pegamos el grito en el cielo rogando por la llegada de las lluvias… (Me leen mañana).

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