Cuando no estaba Pancho el columnista le preguntaba a Gerardo: “¿Y mi compadre Pancho?”. Gerardo bromeaba: “¿No sabías que ya se elevó?”. Cuando no se hallaba Gerardo, pero sí Pancho, le hacía la misma pregunta y contestaba igual: “Ya se elevó”. La pasaban dándose carrilla en la cafetería Los Arcos. En una de esas me senté a la mesa de Gerardo. Tomamos café y conversamos, acompañados por su hijo, el abogado del mismo nombre, y por supuesto de Francisco Vázquez, o sea Pancho. Bromista, Gerardo sonrió mirando a Gerardo: “Le puse Gerardo para que siquiera sea mi tocayo”. Solté la carcajada y le reclamé: “¡Cómo eres cabrón!”.

Aquella plática dio tema para el Atril del domingo 22 de noviembre de 2009. Escribí que como cada año Gerardo Reyes Ortiz preparaba una excursión a su natal Balsas, Guerrero. Me explicó: “Es que en mi pueblo festejan a la Virgen de Guadalupe el 20 y no el 12 de diciembre”. Rentó dos autobuses, “para que estos cabrones vayan cómodos”, dijo señalando a “Pancho”. Esa vez llevaría una imagen de Santa Efigenia, una virgen etíope. Porque Efigenia se llamó la mamá de Gerardo, llevar la imagen de 1.65 metros y depositarla en el templo de Balsas implicaría un homenaje a ella misma.

Guerrerense por nacimiento y cuernavacense por adopción, Gerardo pasó aquí la mayor parte de su vida. Figura emblemática del centro de Cuernavaca, condensó realidad, mito y leyenda. Se contaban tantas cosas del cantante, como que grabó más de cien discos elepés y actuó en un centenar de películas al lado de Antonio y Luis Aguilar, Armando Silvestre, Jorge Rivero, Andrés García, Bruno Rey, Eleazar García (“El Chelelo”), Diana Torres, Flor Silvestre, Rosa Gloria Chagoyán. Y anécdotas como que en cierta ocasión en un palenque le hicieron trampa a su gallo y mató al ave que el juez estaba declarando ganador. No discutió, simplemente desenfundó su 38 súper y le metió un balazo al plumífero que ya de por sí agonizaba.

Sus padres fueron Efigenia Ortiz Román y Manuel Reyes Miranda, quien era el tesorero del ingenio San Martín. Sería un chamaco de unos diez la primera vez que estuvo en Cuernavaca, a mediados de los cuarenta, repitiendo sus visitas a un tío de nombre Ramón Segura, primo de doña Efigenia, quien vivía por el rumbo de la Estación. Abordaba el tren Balsas-Cuernavaca-México que salía a las 7.15 de la mañana y costaba dos pesos el pasaje.

En 1952, el joven Gerardo ganó su primer concurso de aficionados en la radiodifusora XEJC de los hermanos Miguel Ángel y Carlos Tenorio Benítez. La competencia de cantantes aficionados fue patrocinada por la tienda de abarrotes “Casa García”, y el premio al primer lugar, cien pesos más una canasta de víveres entregados por el locutor Guillermo Vergara y Alonso.

Ese mismo año, Gerardo emigró a Phoenix, Arizona, donde trabajó tres como locutor en la radioemisora “Caseta O-N4” conduciendo un programa de música ranchera en horarios matutino y vespertino. En 1955 marchó a Nebraska y, combinando un trabajo en la empacadora de carne “Suite” con el gusanito de la cantada, triunfó en otro concurso de aficionados que repetiría cinco años después, pero entonces en San José, Cal., donde Javier Solís le entregó el premio consistente en doscientos dólares y el diploma de rigor. Inquieto, viajero recurrente, el destino lo llevó a Texas, donde en 1962 grabó su primer disco en una compañía local. Pero debieron pasar dos años para que en 1964 lo contratara por un año la disquera “CBS”, volviendo a coincidir con el inmenso Javier

Solís, el cantante de vida efímera y presencia entrañable que selló para la eternidad su media voz con la que deleitó a millones de latinoamericanos. Gerardo recordaba emocionado a quien fue su primer director artístico en la “CBS”, el compositor Felipe Valdés Leal, quien lo dirigió en las grabaciones de una decena de elepés, cada uno de diez canciones y entre éstas su primer éxito, “Que nos entierren juntos”. Luego estaría en el elenco de la compañía “Sonny” por 36 años, hasta que en 1999 firmó su carta de retiro. Incursionó en la política: en 1994 fue candidato a gobernador de Morelos por el Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional.

Su canción “Sin fortuna” arrancó miles de suspiros: “Yo nací sin fortuna y sin nada

/desafiando al destino de frente /hasta el más infeliz me humillaba /ignorándome toda la gente /mas de pronto mi suerte ha cambiado /y de pronto me vi entre la gente”.

El miércoles 25 de febrero de 2015, Gerardo Reyes dio el último suspiro. Tenía 80 años… (Me leen mañana).

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