Los que se sacan el “Me late” se arriesgan a que la Lotería Nacional los balconee. Hace públicos los casos de ganadores de premios millonarios, no dice sus nombres pero sí los de las ciudades donde viven. En ese momento los exhibe como a personas secuestrables ante la delincuencia organizada. Así ha venido haciéndose publicidad la Lotería Nacional. Reporta públicamente a ganadores del premio Melate Retro en diferentes estados, precisa los montos de los premios y las ciudades donde éstos han “caído”. Sucedió recientemente en Morelos, puesto en riesgo el ganador de 21 millones de pesos por medio de un comunicado de la LN, el 8 de este mes, como el caso de “un productor del campo de Morelos que gana más de 21 millones de pesos con Melate Retro”. Probablemente ignorada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien no puede estar en todas partes y quien dicho sea de paso tal vez pronto venga a Cuernavaca para inaugurar la restauración de la casa de Lázaro Cárdenas, en Palmira, esta “estrategia publicitaria” de hacer públicos a los ganadores del dicho sorteo los pone en riesgo de ser víctimas de bandas criminales. Algo tan elemental que sin embargo escapa al sentido común de la directora general de la LN, Margarita González Saravia, por cierto, presunta aspirante a gobernadora de Morelos…

EN la “cultura” del abuso de lo que se trata es de joder al prójimo, de quitarle tiempo y dinero. Echémosle un ojo a la realidad. El contador está “educado” para jinetear el dinero ajeno, la letra chiquita de los contratos es para evadir pagos y responsabilidades del pez grande que se come al chico, las empresas telefónicas inventan llamadas que paga el cliente y engordan la cartera del hombre más rico del mundo, y en eso de sacarle la plata a quien se deje los banqueros se pintan solos. Son de lo peor, se nota a leguas que intercambian bases de datos, usan los propios o los toman del directorio telefónico para llamar a celulares o irrumpir en domicilios particulares. Operan arbitrariamente, sin el consentimiento de los destinatarios y con el disimulo de la autoridad. Equipos de empleados para ello entrenados y mal pagados ofrecen cualquier cosa: tarjetas de crédito, seguros de vida, de gastos médicos, de coches, y siendo tantas las llamadas algunos caen atraídos por los “pagos chiquitos” y argumentos convincentes. Otros casos despiden tufos de negocios por debajo de la mesa. Ejemplo: el dueño de un taxi robado al fin tiene el cheque de la compañía que le vendió el seguro. Lo ha conseguido no sin grandes trabajos, luego de semanas o meses de que reportó el robo en la Fiscalía de Justicia y llevó los papeles a la empresa de seguros. Típico: el ajustador se la hizo “cansada”, pretextó la autorización de su jefe para empezar el trámite del pago de la póliza y el jefe anónimo trajo dando vueltas al cliente so pretexto de que su asunto depende de la aprobación de las oficinas radicadas en la Ciudad de México. El concesionario fue y vino, pidió la asesoría del “gestor” del sitio de taxis, gastó suela, dinero y tiempo. pero como quiera recibe el cheque que, no obstante el seguro contratado, a la hora de la verdad no resulta de “cobertura total”. Así el coche que le fue hurtado no le será pagado a valor comercial, rebajado el precio un veinte o treinta por ciento. Sin embargo, algo recuperará y peor sería nada. Además, por ley los taxis deben estar asegurados, miles en la zona conurbada de Cuernavaca y miles más en el resto del territorio estatal… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán

jmperezduran@hotmail.com 

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