Se antoja calificarlo de “cuento de nunca acabar”, y sin embargo resulta un simple reduccionismo que no lleva a nada. Y porque tampoco un espacio periodístico remedia gran cosa, nos limitamos a revisar algunas de las aristas de una situación por demás compleja: el comercio ambulante, informal, callejero o como se antoje llamarlo.
En la espiral mexicana llegó a lo endémico partir de las crisis económicas, devaluaciones y fugas de divisas que arrancaron en los años setenta, cuando el presidente era Luis Echeverría y en Morelos gobernaba Felipe Rivera Crespo. Medio siglo ha pasado del crecimiento exponencial, bárbaro, de la informalidad económica; de que al comercio callejero lo nutren el desempleo y la baja del poder adquisitivo de la gente común, recrudecido en los veinte años de la centuria
pasada en dos aspectos: el corporativismo y el clientelismo. Esto sin soslayar que el ambulantaje es también fuente de ingresos “no oficiales” entre líderes corruptos y funcionarios municipales. Las cuotas de protección, pues.
Pero vamos por partes, conjuguemos aspectos técnicos del ambulantaje con algunos ejemplos para darnos una perspectiva amplia y concluir que el asunto va para largo. O mejor bien dicho, que llegó para quedarse.
La economía informal no es un fenómeno nuevo, su aumento se asocia al crecimiento de la población y al escaso crecimiento económico, ya que el sector formal no genera los empleos que la gente necesita. En situaciones de crisis –según los que saben de esto–, la economía informal tiende a incrementarse, cuando la escasez de fuentes de trabajo obliga a las personas a emplearse en actividades no reguladas. Por eso, mientras la crisis económica continúe, la informalidad
será una constante que seguramente no se reducirá con crecimientos modestos de la economía, en que la población sigue creciendo y demandando fuentes de empleo.
Ante este breviario economista, que no es otra cosa más que un verdadero relajo reflejado en las bolsas del mandado de las señoras y en los bolsillos de los señores, debe enfatizarse que la solución efectiva y terminante es la mar de sencilla: crear empleos productivos de pago constante y sonante, no sólo planes y reformas.
En otro ángulo, la economía subterránea es una actividad, relacionada con la venta que realizan las personas en su casa. Esto quiere decir que tienen dos características: no pagar impuestos ni cuotas o aportación alguna. Este tipo de población económicamente activa se integra por personas que comercializan en sus casas joyería, zapatos y otros artículos, pero asimismo muchachos chicos y grandes que ofertan chicles, flores y dulces en los cruceros y, de años a la fecha, narcomenudistas disfrazados de comerciantes callejeros reclutados por la delincuencia organizada.
El clientelismo político en el sistema corporativista opera también en los mercados municipales y centrales de abasto. Ocurre en el centro comercial Adolfo López Mateos, donde es frecuente que de las asociaciones gremiales emerjan líderes capaces de crear relaciones personales con las autoridades. De éstos hay tres tipos: el independiente, el tradicional y el moderno.
En el ambulantaje chilango echémosle un vistazo al caso emblemático de la Ciudad de México. Las autoridades capitalinas de muchas administraciones han sudado tinta para medio solucionar los conflictos políticos y sociales derivados del fenómeno trinitario. Presidente de 1934 a 1940, Lázaro Cárdenas estructuró el PRI en los sectores agrario, obrero, militar (éste desaparecería en 1946) y popular. Las asociaciones de ambulantes se integraron al cuarto sector, la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (la vieja CNOP), junto con grupos gremiales de jóvenes y mujeres, entre otros. La política de Ernesto P.
Uruchurtu, el regente de hierro del Distrito Federal en la década 1950-1960, ayudó a la formación y al fortalecimiento de las organizaciones de comerciantes ambulantes. Su política de construcción de mercados públicos para los ambulantes le permitió crear y organizar una amplia base de vendedores a los que pudo manipular políticamente.
Y el clientelismo político en el sistema corporativista que combina el clientelismo, el cual opera también para los mercados municipales y centrales de abasto. Exactamente como ocurre en el ALM… (Me leen mañana).