El presidente de la Federación Auténtica del Transporte, Dagoberto Rivera Jaimes, no dice nada que sea nuevo, pero sí coincide con la sensación de inseguridad que, sin ser tampoco reciente, no parece preocupar gran cosa al gobierno. Detalla: los asaltos a “rutas” están imparables, se registran hasta seis al día; la presencia policíaca es nula, debido a la falta de acciones preventivas (del mando único) ningún derrotero es seguro para los usuarios, es evidente que la estrategia de prevención está fallando, las pérdidas económicas son grandes tanto para el operador como los pasajeros, en un solo asalto les roban hasta mil 400 pesos de la cuenta del día a los choferes más el dinero para gasolina, y en menos de cinco minutos que se comete un robo están perdiendo más de tres mil pesos.

Si todavía hay quienes dudan que viajar en ruta no es lo mismo que arriesgar el pellejo, que se suban a una. La película de terror viene repitiéndose hace años. Tiro por viaje, delincuentes de poca monta las asaltan, se hacen de unos cuantos pesos y de botines miserables que más tardan en obtener que en gastar, así que al día siguiente reinciden.

Drogados, fuera de control por la adrenalina, no vacilan en lastimar a quienes se les resisten. La película de terror se repite todos los días. Un microbús es abordado por dos hombres, una chica sufre una crisis nerviosa, un pasajero que se niega a entregar dinero y objetos de valor es herido y, furioso, el malhechor armado le pega un balazo en el abdomen. Los pasajeros ven al par de canallas que bajan del microbús subiéndose a un March y huir. La víctima resulta ser un señor de 60 años que al rato será llevado al hospital José G. Parres, donde quién sabe si vivirá o morirá…

Muy pocos pasajeros de rutas han tenido la buena suerte de no haber sido asaltados. Les quitan teléfonos celulares, cientos, pues los atracos son constantes a lo largo y lo ancho de Morelos, y lógica la deducción de que podría haber un mercado negro de estos aparatos en la Plaza de la Tecnología de Cuernavaca o en tianguis de objetos usados como los de Xoxocotla y Chamilpa. Los despojan del poco efectivo que traen, a los choferes les quitan el dinero de “la cuenta”, descienden de las unidades y desaparecen. Los desalmados actúan a todas horas y en cualesquier lugares, por lo regular en pareja. Son jóvenes, violentos y rápidos. Se llevan botines de unos cuantos pesos y teléfonos móviles, se reparten el botín que dilapidan en drogas y a los dos o tres días atracan a los pasajeros y al operador de otra ruta. Hace años que viene sucediendo, que raras veces son atrapados por policías del mando descoordinado y, reincidentes, más tardan en entrar y salir de la cárcel que en volver a delinquir.

Los pasajeros se han vuelto precavidos. Antes de abordar los microbuses y combis se encomiendan a Dios, los hombres ocultan sus teléfonos en los calcetines y las mujeres en los corpiños, se dejan unas pocas monedas o billetes en los bolsos y las carteras. Saben a lo que se exponen, muchos han sido víctimas de más de un asalto en un medio de la indefensión social en la que necesariamente deben transportarse al trabajo, la casa, la escuela… y protegerse como Dios les da a entender.

¿Es imposible inhibir los asaltos a las rutas? ¿Las autoridades no quieren o no saben cómo hacerlo? Cosas sencillas y posibles de realizar, por ejemplo, instalar cámaras de video adentro de combis y micros conectadas al C-5, y botones accionados discretamente por los operadores que prendan luces exteriores de alarma no vistas en el interior por los asaltantes… (Me leen mañana).

Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.

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