El domingo 23 de este mes fue la primera vez que se celebró el Día Estatal de las Barrancas y los Ríos, en el balneario Palo Bolero. La celebración es impulsada por el Gobierno del Estado, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y la Dirección de Protección Ambiental. Morelos es una de las entidades que cuenta con más balnearios, parques acuáticos y manantiales. Pero infortunadamente Palo Bolero ha venido de más a menos...
Nuestro clima templado se debe a la orografía en que está asentada la mayor parte de Morelos. Amanalco, Analco, la De los Caldos, Del Diablo, El Tecolote, Salto Chico y Salto Grande son cañadas o tramos de ramblas que hacen las veces de “productoras de humedad”. El microclima de las oquedades que cruzan a Cuernavaca de norte a sur se da por la presencia de una flora abundante todo el año, por cuerpos de agua (muy contaminados) y la renovación de unos y otros con las temporadas de lluvias.
Programas de recuperación ha habido desde que tenemos memoria, como la construcción de plantas tratadoras de agua en los márgenes para bloquear las aguas negras de las viviendas, la intención de reubicar casuchas de familias en paupérrimas condiciones y crear más andadores o paseos barranqueños. Sin ser nueva esta idea, llevarla a cabo convertiría a las barrancas en un atractivo turísticamente sustentable. Desde las goteras del Chichinautzin hasta más allá de Temixco, el gran valle de Cuernavaca tiene alrededor de sesenta barrancas, vestida la capital como la ciudad de la eterna primavera por la regulación de su clima gracias a sus cañadas. En la última década del siglo pasado la barranca de Amanalco fue parcialmente rescatada por el entonces alcalde Alfonso Sandoval que construyó un andador de trescientos metros acondicionado como paseo turístico con la entrada al lado de la vecindad Casa de La Coronela y la caminata que se prolonga abajo del puente Porfirio Díaz en donde se admira el denso follaje y la tranquilidad se siente al descender, ahogados los ruidos del trajín de la ciudad al punto que sólo se escuchan los cantos de las aves y el rumor del agua que corre entre las piedras. Hoy el acceso al andador hace años que está cerrado.
Las barrancas son el paso de ríos permanentes y temporales; algunas cruzan la ciudad y se van uniendo poco a poco formando el río Apatlaco, el afluente del Amacuzac en la zona sur. La presencia de las barrancas junto a las corrientes de agua de los ríos y la vegetación generan el clima agradable de Cuernavaca y parte de Temixco, donde el gradiente térmico no muestra grandes oscilaciones durante el año. Esto se debe a que el sistema de barrancas promueve el paso de vientos templados provenientes del norte que, al atravesarlas, genera un descenso de la temperatura, creando un clima fresco. Por esta acción se considera que el sistema de barrancas actúa como un radiador que favorece la estabilidad de nuestro clima. Esto es muy fácil de comprobar: cuando nos alejamos de la influencia directa de las barrancas se nota un aumento de la temperatura porque existe una fuerte absorción de radiación solar, y esto, en la actual situación de Cuernavaca de reducción de áreas verdes, ha aumentado gravemente. Ubicado en un 5.1 por ciento anual en promedio, de los años setenta a los noventa del siglo anterior, el crecimiento acelerado y desordenado de la ciudad impuso una enorme presión sobre los ecosistemas y los recursos hidrológicos. Este desarrollo sin planeación y en la mayor parte fuera de la ley ha impactado a los recursos naturales vitales que son el orgullo de Cuernavaca, como el clima, el agua y la exuberante vegetación. Por si no fuera suficiente, bajo estos efectos dañinos los pueblos tradicionales de Cuernavaca han sido los que mayor impacto han sufrido desde el punto de vista ambiental y social. ¿Dónde queda la tal “ecozona”?... Me leen mañana).
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