Sucedió poco después de las elecciones del 6 de julio de 1988, cuando el sistema PRI-gobierno se negó a morir al más puro estilo porfirista para imponer en la Presidencia de la República al candidato oficial a como diera lugar. Surgida de una burda trampa cibernética, seis años después la presidencia de Carlos Salinas de Gortari terminaría con el asesinato del candidato del partido oficial, Luis Donaldo Colosio Murrieta, y la sospecha nacional de haberse perpetrado un crimen de estado.

Una presidencia priista, la de Salinas, emanada del engaño que buscó legitimarse con golpes espectaculares contra sus enemigos, como el cometido contra el cacicazgo de Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, el entonces dirigente del sindicato de Pemex; la entrega de prerrogativas a la Iglesia, la apertura comercial indiscriminada para Estados Unidos vía el Tratado de Libre Comercio y la consiguiente pulverización del comercio y la industria nacionales.

Los mexicanos estábamos hartos de las malas decisiones, y era hora de celebrar los comicios. Contendieron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del expresidente Lázaro Cárdenas del Río, por el PARM (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana) y el PMS (Partido Mexicano Socialista), formando el Frente Democrático Nacional (FDN); Carlos Salinas de Gortari por el PRI, Manuel Clouthier por el PAN y Rosario Ibarra por el PT.

El 6 de julio de 1988 se llevaron a cabo las elecciones. Manuel Bartlett era el secretario de Gobernación, al cual se acusó de haber manipulado el software para instrumentar un fraude. Tras saberse que Cuauhtémoc Cárdenas iba arrasando en la elección, misteriosamente falló el equipo de cómputo. Antes de concluir la jornada electoral, Miguel de la Madrid le prohibió a Bartlett dar a conocer quién era el candidato puntero pues, según las palabras del ex secretario de Gobernación, De la Madrid argumentó que si se sabía que Cuauhtémoc iba adelante nadie creería que el PRI no ganó.

Tras el argumento de haberse “caído el sistema”, junto a Porfirio Muñoz Ledo aquel 6 de julio los candidatos que competían contra Carlos Salinas se presentaron en la Secretaría de Gobernación con un evidente descontento, denunciando un fraude electoral. No se dijo más con respecto a los ganadores. El 13 de julio los resultados presentados fueron con base en la información entregada por los 300 comités distritales del país. De una votación efectiva de 19.1 millones de sufragios (abstencionismo del 48%) a Carlos Salinas le correspondía 50.36%, a Cuauhtémoc Cárdenas el 31.12 % y a Manuel J. Clouthier el 17.07%.

Años después, una vez que se decidió a romper el silencio, el polémico Manuel Bartlett afirmó que nunca vio los paquetes electorales que contenían los resultados. Dijo que en el momento en que fueron contados por el Colegio Electoral debieron haber sido revisados y sin embargo fueron incinerados por acuerdo del PRI y el PAN. Bartlett fue cuestionado sobre su posición personal en cuanto al fraude, a lo que respondió con el pragmatismo político que paisanamente se llama cinismo: “Lo que fue, fue y ahí está”…

Cárdenas narró: “En un momento dado la autoridad empezó a dar a conocer los datos supuestamente oficiales del distrito con cabecera en Tula, Hidalgo, y el representante del PARM, uno de los partidos del Frente, exhibió el acta del escrutinio correspondiente a la elección en ese distrito firmada por los representantes de todos los partidos, incluyendo al PRI, que eran radicalmente distintos a los reportados por la Comisión Electoral. En ese momento se cayó y se calló el sistema, es decir, el sistema oficial del cómputo electoral. Ese fue el momento en el que llegó la instrucción del Presidente, de no dar más información a la opinión pública sobre cómo estaban moviéndose las cifras electorales”.

De Carlos Salinas de Gortari muy poco sabe la gente común de México. Autoexiliado en España, ha vivido a salto de mata, prófugo cual vulgar delincuente, en una suerte de clandestinidad desde mucho antes de que en octubre de 2021 obtuviera la nacionalidad española... (Me leen el lunes).

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