Los ayuntamientos ya estaban en la chilla, flacos sus ingresos y gordos sus egresos, herederos de deudas viejas a proveedores y constructores, acosados por laudos laborales.
No podían estar peor cuando la proximidad del año 2020 les abrió una ventanita de esperanza.
Ajustarían las leyes de ingresos, mediante los proyectos respectivos presentados al Congreso Estatal conteniendo incrementos razonables a los derechos municipales.
Pero los diputados se vistieron de Chapulín Colorado, simularon ser justicieros, y rechazaron los planes de aumentos recaudatorios.
Si lo hicieron para “quedar bien” con el pueblo, éste ni se enteró o simplemente el tema no le interesó.
A los diputados y las diputadas se les olvidó que algunas y algunos podrán ser presidentes y presidentas municipales, y que llegado el caso administrarán pobrezas, como sucede a los actuales.
Pero si los gobiernos municipales ya eran naves agujeradas que hacían agua, la pandemia del Covid-19 los puso al borde del naufragio.
Ha sido así que los ediles se la han pasado haciendo malabares ante la estrechez presupuestal.
En Jiutepec, Rafael Reyes Reyes consiguió que a partir de ya el Sistema de Conservación, Agua Potable y Saneamiento de Agua otorgue no el 30 o el 50 por ciento de descuento a los deudores morosos, sino hasta el 70 de quitas en recargos y gastos de cobranza a los que paguen de contado.
El organismo acuífero consta de cinco mil usuarios.
En Cuernavaca, el alcalde Antonio Villalobos Adán fue autorizado por el cabildo para gestionar y obtener un crédito de 93 millones de pesos que utilizará sólo en situaciones prioritarias.
Que sucederán inevitablemente, reportados por la autoridad sanitaria 22 nuevos casos de coronavirus este martes con respecto al lunes, y un acumulado de 290 decesos desde que se desató la epidemia.
¿Y qué de los contagios? Es Cuernavaca el municipio número uno con respecto a diagnósticos positivos de la enfermedad, con 448; Cuautla el segundo, 183, y así sucesivamente los principales: Jiutepec, 107; Jojutla, 91; Temixco.
68 y, ojo, Xoxocotla, que no obstante ser pequeño en términos de número de habitantes, resulta el campeón del “contagiadero” con 60 casos.
Los contagios y las muertes han venido aumentando, no disminuyendo y, puesto en rojo el semáforo de la alerta, el pronóstico para el amarillo es el 15 de junio pero entonces quién sabe.
Frente a la situación ominosa, subsiste la incredulidad.
El agua les llega a los aparejos, llueve y sienten que no se mojan, la gente muere por montones pero en medio del diluvio todavía hay muchas personas que no creen que el Covid exista… Otra cosa es que si el agua y el calor mataran al Covid-19, los cuernavacenses no tendríamos por qué estar preocupados.
En la Ciudad de la Eterna Primavera tenemos dos bendiciones.
Regularmente nos llueve de noche y muy seguido a cubetazos.
Iluminado el horizonte por los relámpagos, parecería que el cielo se va a caer, que caen sapos del cielo mientras el agua baja a raudales en las calles empinadas y descarga en la otra bendición, las barrancas, así que rara vez tenemos inundaciones.
A la mañana siguiente vuelve a brillar el sol, los pájaros se sacuden el agua de las plumas, cantan felices y la gente se imagina que las plantas también están cantando, alegres, alimentadas por la humedad y los rayos solares.
Un paraíso que suele olvidársenos, pero que tiene sus bemoles.
Nuestro clima templado se debe a la orografía en que está asentada la ciudad.
Amanalco, Analco, la De los Caldos, Del Diablo, El Tecolote, Salto Chico y Salto Grande son cañadas o tramos de ramblas que hacen las veces de “productoras de humedad”, pero no las cuidamos… (Me leen después).
Por: José Manuel Pérez Durán
