No medio siglo, sino un poco más hace del último Carnaval de Cuernavaca. Pero que integrantes del Colectivo Cuauhnáhuac hayan errado la fecha es lo de menos. Anunciaron la reactivación del carnaval para el 13 de este mes, con un recorrido desde la Catedral al Zócalo con el brinco del chinelo. ¿Eso será todo? Pretenden que a partir de este año se pueda reanudar la fiesta de carnestolendas (se suspendió a fines de los sesenta). El colectivo invitó a los barrios de Cuernavaca a retomar la tradición. Pero el carnaval no es solamente un recorrido de chinelos brincando y la banda de música tocando; comprende un sinnúmero de actividades, como las elecciones de la reina bella y el rey feo, comparsas de barrios y colonias, participación de organizaciones sociales y comerciales, etc., etc.

El último carnaval de la entonces Ciudad de la Eterna Primavera fue cerca de 1966, recreado en varias entregas del columnista el tono de vida de la gente de la capital y un suceso importante del Jiutepec de aquella época.

Cuernavaca tenía, acaso, la cuarta parte de la población del hoy. Hacía poco que los citadinos habíamos concurrido al último carnaval, realizado en el Jardín de los Héroes, “concesionado” por el gobernador Emilio Rivapalacio Morales al director del periódico “La Voz”, Pepe Gutiérrez. La ciudad respiraba la tranquilidad de las casas con ventanas abiertas día y noche, limitada la nota roja a la eventualidad de crímenes pasionales, carteristas de dedos finos y uno que otro robo, controlada la delincuencia por la Policía Judicial y dedicados los guardias municipales a recorrer la ciudad pie a tierra y a bordo de la temible “Julia” para extorsionar a parejitas fajando en lo oscurito, ebrios cansados y sobrios orinando en la vía pública.

La entrada al Parque Chapultepec era gratis y escenario alegre de familias haciendo día de campo, parejitas apapachándose entre los árboles, tardeadas domingueras en la explanada, clavadistas sacando monedas de veinte centavos arrojadas al manantial. En el centro, los jueves el griterío del público en la arena Isabel animando a los “limpios” –Santo, Blue Demon, Rayo de Jalisco– y abucheando a los “rudos” –Karloff Lagarde, El Nazi, El Médico Asesino–, y los domingos, luchadores locales en el mismo recinto del boulevard Juárez que terminaría cerrando en diciembre de 2009.

Más allá, rumbo a Jiutepec, unida a la capital por la carretera de dos carriles, la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca (CIVAC) estaba lista para comenzar a operar la planta de coches nipones cuya primera generación de trabajadores llamaban la “Dasun”. (¿Dónde trabajas? ¿En la Dasun?, aludiendo los modelos “Datsun”). A punto de arrancar la ensambladora de coches, los obreros eran capacitados en un apartamento del edificio Benedicto Ruiz rentado en setecientos pesos mensuales hacia la producción del modelo Blue Bird.

De que la empresa Nissan Mexicana llegó a Morelos hace ya más de cincuenta y ocho años. Testigo de situaciones y protagonista de hechos que dieron paso a la creación de CIVAC, el desaparecido cronista de Cuernavaca, Valentín López González –nos dejaría el 10 de septiembre de 2006– se sabía de memoria esta historia: Mucho antes de que en junio y luego en septiembre, los presidentes municipales tomaban posesión del cargo los unos de enero, y como tal lo hizo Valentín el primer día del año de 1964. Don Emilio Rivapalacio, quien había sido el oficial mayor de la Presidencia de la República con Adolfo López Mateos, se preparaba para tomar posesión de la gubernatura, en mayo del mismo año. Apenas empezaba la temporada de lluvias, la recaudación de impuestos bajaba hasta desplomarse; los agricultores destinaban el poco dinero que tenían a la compra de semillas para sembrar, y las zafras, que son en tiempos de secas, terminaban con las primeras lloviznas, afectando la actividad de los ingenios de Zacatepec, Oacalco, Casasano y Cocoyotla. Era necesario crear un polo que generara una derrama económica, fábricas donde los obreros cobraran su salario cada semana y la instalación de empresas que requirieran insumos y pagaran impuestos. Licenciado en economía e ingeniero agrónomo, Rivapalacio concibió una solución al problema: fundar un parque industrial. A ello se abocó, trajo un equipo de economistas del Banco Nacional de México que más tarde manejaría un fideicomiso para la zona fabril y a poco tiempo ya estaban aquí las inversiones de las primeras factorías, principalmente Nissan Mexicana para ensamblar autos... y los obreros celebrar el carnaval…

En Yautepec, Cuautla y Jiutepec no han dejado de tener carnavales, pero sí en la capital… (Me leen el lunes).

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