Si no de carga y tampoco de pasajeros, el aeropuerto Mariano Matamoros parece condenado a la desaparición. O destinarlo a otro uso, por ejemplo, construir en sus más de cien hectáreas la Ciudad Deportiva que no tiene el estado de Morelos. Los últimos años la pista y la terminal no han sido usados por ninguna aerolínea de pasajeros, sólo por avioncitos de escuelas de aviación. Pero tanto el pago de la póliza del seguro de las instalaciones como los sueldos de los trabajadores son obligados, y ambos conceptos cuestan ocho millones de pesos, según confirmó la titular de la Secretaría de Desarrollo Económico y del Trabajo, Ana Cecilia Rodríguez.

La historia del oficialmente llamado Aeropuerto Internacional de Cuernavaca Mariano Matamoros (AICMM) ha tenido turbulencias y altibajos. A estas alturas, incluso muchos morelenses desconocen el origen de la aeropista ubicada en tierras de Tetlama, municipio de Temixco.

Nuestro puerto aéreo es contemporáneo de una obra de gran utilidad, la ampliación a cuatro carriles del Cañón de Lobos de la carretera Cuernavaca-Cuautla, dos de las obras que propuso el luego gobernador Lauro Ortega Martínez andando en campaña para el sexenio 1982-1988.

Administrado por el Gobierno del Estado, el 15 de abril de 1988 empezó operaciones el Aeropuerto de Cuernavaca, y a partir de 1992 por Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA). Doce años después, el 9 de junio de 2004, se publicó en el Periódico Oficial “Tierra y Libertad” el decreto con el que se autorizó la constitución de una empresa de participación estatal mayoritaria, denominada “Aeropuerto de Cuernavaca S.A. de C.V.”, con el fin de obtener la concesión correspondiente para la operación de la terminal aérea.

El 30 de abril de 2009, ASA entregó a esta empresa la administración del aeropuerto Internacional “Mariano Matamoros” o Aeropuerto de Cuernavaca. El AICMM tiene una superficie de 110 hectáreas y su plataforma para la aviación comercial de 21,180 metros cuadrados.

El aeropuerto de Tetlama fue el centro de conexiones de Aerolíneas Internacionales, antes de que ésta saliera del aire en 2003. Durante la docena panista de los gobiernos de Sergio Estrada y Marco Adame, el AICMM estuvo subutilizado o semi abandonado. No pudieron echarlo a andar de manera definitiva.

El último que lo intentó tampoco pudo echar a volar el aeropuerto de Tetlama. Persiguiendo vaya el lector a saber qué clase de intereses, el ex jefe de la oficina del gobierno, José Manuel Sanz Rivera, porfió dos años. Presumió reuniones con directivos de la empresa Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), y alguna gacetilla refirió una coordinación con la Consultoría de ASA en la que “abordaron proyectos que podrían ponerse en marcha para el próximo 2022 con líneas aéreas”. Fueron dos años de mentiras que no convencieron al presidente Andrés Manuel López Obrador, enfocado como ya se encontraba en el proyecto del aeropuerto Felipe Ángeles que inauguraría el 21 de marzo del año pasado.

De los aeropuertos de provincia, el de Cuernavaca ha resultado el “patito feo”. El de Cancún, que es sólo diez años más antiguo que el nuestro, es también el segundo más importante del país por cuanto a número de vuelos nacionales y extranjeros.

El aeropuerto de Tetlama lleva años dando tumbos, inútil su cercanía con la metrópoli más grande y poblada del país, comunicado por carretera libre y autopista de peaje pero ahuyentadas las líneas aéreas por la escasez de pasajeros.

Lejos quedó el 15 de abril de 1988, cuando el presidente Miguel de la Madrid vino a una gira y, acompañado del gobernador Lauro Ortega Martínez y el secretario de Agricultura y Ganadería, Eduardo Pesqueira Olea, se tomó la foto en el desde su inicio llamado Aeropuerto Mariano Matamoros. Durante unos meses voló de Cuernavaca a Huatulco el bimotor de la empresa Aeromorelos que por falta de pasajeros terminó instalándose en la capital de Oaxaca. Sacada del aire en 2003 por la Dirección de Aeronáutica Civil, Aerolíneas Internacionales fue la que mayor tiempo permaneció. Después vinieron Mexicana de Aviación, Aerocaribe, Aeroméxico y otras, pero se fueron como llegaron, escasos los pasajeros a Guadalajara, Tijuana, Monterrey, etc.

Pero si no aviones de pasajeros porque los viajeros seguirán optando por la amplia gama de vuelos desde la CDMX en cuyas dos terminales circulan anualmente unos treinta millones de personas, teóricamente quedaría la opción de traer naves de carga que descongestionen el tráfico aéreo del Valle de México. Lo malo es que jamás construyeron bodegas, y al no haber terrenos disponibles en las cercanías habría que hacerlas un tanto lejos, lo cual entorpecería las maniobras de carga, descarga y transportación terrestre. Ni modo… (Me leen mañana).

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