En Jiutepec, por una instrucción del alcalde Rafael Reyes Reyes fue rehabilitado el equipo del pozo de agua de la colonia El Edén que dota del preciado líquido a unos mil 200 usuarios. El estiaje, y esta vez el covid-19, resaltan la importancia del suministro de agua en los hogares. Y la particularidad de la nota trae a cuento un tema de vital importancia: las lluvias. Las primeras se asomaron tímidas, fugaces, el sábado y ayer. Al calor primaveral le seguirá la canícula del verano, y pronto no sabremos con cuál de las dos estaciones quedarnos. Serán cada vez más numerosos los truenos en las madrugadas, los anuncios de la inminente precipitación pluvial que nos hacen suspirar de alivio. Es cuando las gotas iniciales y el viento fresco traen el preciado aroma de la tierra mojada, e intentan conjurar los calorones de los últimos días y noches. Esa es la primera percepción hacia la temporada de huracanes; sin embargo, otra manifestación atmosférica, y específicamente el ciclo natural del hídrico recurso, no puede ser pasada por alto. Se trata de la disponibilidad, uso y abuso del agua. Mucha gente piensa que por las copiosas lluvias el abasto para todos los consumidores está garantizado. Vamos a ver enseguida que es todo lo contrario. La realidad es muy distinta, hasta llegar a grados catastróficos, si seguimos como vamos en el desperdicio del líquido y su utilización como medio de vertedero de aguas negras. Antes de entrar a las cifras escalofriantes en materia del agotamiento del agua, resulta necesario darnos un quemón con datos duros sobre este tema en México y en el mundo, de lo que es considerada como “la crisis global del agua”. En México, desde el 8 de febrero del 2012 quedó en la Constitución como derecho humano el acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma “suficiente, salubre, aceptable y asequible”. Pero según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), alrededor de 10.6 millones de mexicanos no tienen agua potable. Incluidas las exportaciones e importaciones de agua con los países vecinos, México dispone anualmente de 471,500 millones de metros cúbicos de agua dulce renovable. Nuestro país tiene aproximadamente el 0.1% del total de agua dulce disponible en el planeta, lo que determina que un elevado porcentaje del territorio nacional esté catalogado como zona semidesértica. En promedio, cada mexicano consume 360 litros de agua por día; del total de agua dulce utilizada, este sector representa 14%, y de este porcentaje el 77% se utiliza en la agricultura, 5% en las termoeléctricas y 4% en la industria. Cifras más o menos. Por otro lado, ya en 2017 un informe de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la Comisión Nacional del Agua señaló que cada año México recibe mil 489 millones de metros cúbicos de agua por lluvias, de los cuales el 71.6% se evapora y regresa a la atmósfera, el 22.2% escurre por los ríos o arroyos, y apenas el 6.2% restante se infiltra al subsuelo de forma natural y recarga los mantos acuíferos. La disponibilidad per cápita de agua en México disminuyó de manera grave en las últimas décadas: en 1950 era de 18,035 m3 por habitante por año y pasó en el 2013 a 3,982 m3, cifra calificada como “muy baja” por el Programa de Naciones Unidas. Para seguir con los “focos rojos del agua”, el INEGI contabilizó 653 cuerpos de agua subterráneos, de los cuales 101 están explotados en exceso, por lo que esta reserva disminuye 6 km3 en promedio cada año. Descontrolado el uso de los acuíferos, ha aumentado: en 1975 eran 32 acuíferos sobrexplotados, 10 años después sumaban ya 80 y al 31 de diciembre del 2012 la cifra subió a 106… Hoy, ¿las lluvias ahuyentan al coronavirus? Ojalá… (Me leen después).

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