Los tra­di­cio­na­les mega naci­mien­tos de Oco­te­pec, en el muni­ci­pio de Cuer­na­vaca, ya se encuen­tran lis­tos para reci­bir a visi­tan­tes y fami­lias durante las cele­bra­cio­nes decem­bri­nas.

Los tra­di­cio­na­les mega­na­ci­mien­tos del poblado de Oco­te­pec, en el muni­ci­pio de Cuer­na­vaca, ya se encuen­tran lis­tos para reci­bir a visi­tan­tes y fami­lias. Estas repre­sen­ta­cio­nes, con­si­de­ra­das una de las expre­sio­nes más emble­má­ti­cas de la comu­ni­dad, des­ta­can por su tamaño, anti­güe­dad y valor cul­tu­ral.

Uno de los naci­mien­tos más repre­sen­ta­ti­vos es el que desde hace apro­xi­ma­da­mente 50 años ins­tala don Aure­lio Gar­cía Ren­dón, vecino de la loca­li­dad y here­dero de esta tra­di­ción fami­liar.

Don Aure­lio pla­ticó para los lec­to­res de DDM que el mon­taje cuenta con alre­de­dor de 300 pie­zas, algu­nas de ellas con más de 30 años de anti­güe­dad, lo que refleja el paso del tiempo y el cui­dado cons­tante que requiere su con­ser­va­ción.

Relató que comenzó los tra­ba­jos de ins­ta­la­ción desde media­dos de noviem­bre y que, con el apoyo de su com­pa­ñero, Luis, dedi­ca­ron varias sema­nas a pre­pa­rar cada deta­lle del naci­miento, con­si­de­rado uno de los más anti­guos de la zona. Señaló que, debido a la anti­güe­dad de las figu­ras y a las con­di­cio­nes cli­má­ti­cas, algu­nas pie­zas se han dete­rio­rado con el paso de los años, aun­que muchas otras se man­tie­nen en uso como parte del con­junto.

El naci­miento se loca­liza sobre la calle Fran­cisco I. Madero, en la esquina con la carre­tera a Tepozt­lán. Ahí, ade­más de la exhi­bi­ción, se desa­rro­llan diver­sas acti­vi­da­des tra­di­cio­na­les, espe­cial­mente la noche del 24 de diciem­bre, cuando se lleva a cabo la arru­llada del Niño Dios, acom­pa­ñada por dan­zan­tes como pas­to­ras, tecua­nes y vaque­ros, quie­nes for­man parte de la pro­ce­sión que reco­rre el pue­blo.

Don Aure­lio exten­dió la invi­ta­ción al público en gene­ral para acu­dir a par­tir de las 16:00 horas del 24 de diciem­bre, para con­vi­vir con los habi­tan­tes de Oco­te­pec y com­par­tir un pon­che como parte de las fes­ti­vi­da­des.

Des­tacó que esta tra­di­ción se man­tiene viva gra­cias al inte­rés de la comu­ni­dad y al orgu­llo por pre­ser­var las cos­tum­bres que dan iden­ti­dad al pue­blo.

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