Este 11 de septiembre se cumplen 24 años de los atentados terroristas de 2001, considerados los más graves en la historia de Estados Unidos y un parteaguas en la seguridad internacional.
Aquel día, 19 integrantes de la organización extremista Al Qaeda secuestraron cuatro aviones comerciales. Dos de ellos fueron estrellados contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York, lo que provocó el colapso de ambos rascacielos. Un tercero impactó el Pentágono, en Virginia, mientras que el cuarto se desplomó en un campo de Pensilvania luego de que los pasajeros intentaran recuperar el control.
El saldo fue devastador: cerca de 3 mil personas fallecidas y más de 6 mil heridas, además de un trauma colectivo que transformó las políticas de seguridad, migración y relaciones internacionales en todo el planeta.
Los mexicanos entre las víctimas
Entre los miles de fallecidos también hubo connacionales. De acuerdo con registros oficiales, cinco mexicanos fueron plenamente identificados entre los muertos, mientras que los nombres de otros once quedaron en calidad de desaparecidos, pues sus restos nunca fueron recuperados entre los escombros del World Trade Center.
Familias mexicanas en ambos lados de la frontera vivieron la tragedia con el mismo dolor: perdieron a hijos, padres y hermanos que trabajaban en oficinas ubicadas en las Torres Gemelas o en aerolíneas afectadas por los secuestros. Hasta hoy, algunos de ellos permanecen únicamente en los memoriales, sin un cuerpo al cual despedir.
Un ataque que cambió al mundo
El responsable intelectual de los atentados fue Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, quien buscaba golpear a Estados Unidos en sus símbolos de poder económico y militar. Años después, continuó promoviendo ataques terroristas en distintas partes del mundo, hasta ser abatido en 2011 por fuerzas estadounidenses en Pakistán.
Los ataques del 11 de septiembre no solo significaron un golpe directo a Estados Unidos, también dejaron huella en países como México, que compartieron la pérdida de vidas humanas y que desde entonces enfrentaron cambios en las políticas de seguridad, migración y cooperación internacional.
Hoy, el recuerdo de los mexicanos que murieron en esa tragedia sigue vivo, como parte de una memoria global marcada por la violencia, pero también por la resiliencia.
