Así continuó Isabel Quevedo en su disertación ante los integrantes del Grupo Empresarial Morelos:

“Recuerden el billete de 100 pesos que aún tenemos, que tiene a Nezahualcóyotl, este personaje que fue artista, poeta, un arquitecto y fue un hombre de una palabra dorada.

Entonces fíjense ustedes cómo la Casa de Moneda siempre nos deja huella.

En la parte superior del billete tienen un poema, que podría ser de física cuántica, el cual nos menciona: ‘Yo amo el canto del cenzontle, amo de las aves su canto, amo de las piedras los colores, amo el aroma de las flores’, nos está hablando de lo que es sólido, líquido y gaseoso, pero también nos está hablando sobre que también ama al hombre, a mi amigo, a mi hermano; nos habla de cuál era el pensamiento de un mexica 100 años antes de la llegada de los españoles.

Habla sobre a qué estaban dedicadas las Escuelas, las Casas de Canto, a qué se dedicaban Teopanzolco, Xochicalco y a ese camino es adonde los quiero llevar, y no al camino que nos han llevado, de que aquí se sacaban los corazones, de que aquí se violaba a todo el mundo; ese es un mundo que generó Europa, no en donde los abuelos ejercían una cultura que no conocemos: principalmente la cultura del respeto a todo; se respetaba lo que estaba vivo, lo ajeno, lo débil.

Imagínense lo que es respetar lo que está vivo.

Decían desde una amiba que tiene ojos hay que respetarla porque está viva, todo lo cierto; la mentira era un delito.

“Cuauhtémoc, el joven abuelo, es nacido en un lugar llamado Pachibia, ahí se corroboran muchísimas cosas; hoy se dice que en Zacualpan de Amilpas, Estado de Mexico, pero es en Guerrero en la antigüedad, porque esa era una parte de Pachibia.

Su educación fue en Malinalco, él acaba sus estudios no en la escuela del Colegio Militar de Malinalco sino en el Calmecac, en donde se graduaban de dos cosas: como guerreros águila si manejaban las artes del día, o se graduaban de guerreros Ozelotl si manejaban las artes nocturnas, que saben manejarse en medio de la hojarasca, que saben subirse a los árboles con la luna llena o no; pero Cuauhtémoc terminó sus estudios como guerrero águila y guerrero ozelotl (no caballero, aquí no había caballeros aquí había guerreros).

Entonces Cuauhtémoc, cuando llegan los españoles, él ya estaba apersonado en Tlatelolco, de donde era su familia paterna.

“¿Qué hizo el estado de Morelos desde siempre, desde que supo que Cuauhtémoc había sido el último gobernante de Anáhuac, inmediatamente un linaje que se llamaba los chontales, que existe aún, al saber que Hernán Cortés no puede acabar con Cuauhtémoc, no lo puede asesinar y menos a la hija de Moctezuma?

“Entonces cuando Hernán Cortés decide hacer camino a Las Hibueras, que empieza en Tabasco y termina en Honduras, escribieron hasta el cansancio, pero una cosa ha permanecido oculta, el lugar en donde Cortés ultimó a Cuauhtémoc, porque también ahí ultimó a un Fray Juan de Tepac, quien era ni más ni menos el confesor de Carlos V, el emperador de España.

“Carlos V era muy joven cuando mandan a los frailes a las indias y, según ellos, manda a Fray Juan un hombre muy singular, quien investiga qué paso, por qué las cosas están tan mal, por qué este esplendor de repente tiene un montón de gente lisiada, mujeres en la calle, etc.

Entonces Fray Juan se dedica a escribir, esto no pasó inadvertido para Cortés, quien desde que llegó de Cuba venía con problemas legales muy grandes.

Cuando llega a Veracruz él empieza a trabajar toda una historia para el emperador para que no lo detuvieran.

“Él empieza a mandar a su padre naves con tesoros de México, y esta es la historia que nosotros debemos de saber, y este señor Don Leopoldo empezó a escribir.

Ya para ese entonces, Eulalia Guzmán está trabajando en Ixcateopan, por instrucciones de Don Antonio Caso, y trabajando de la mano con la señora Eulalia, la primera arqueóloga nombrada por la Secretaria de Educación Pública; y ella empezó a trabajar con las cartas vivas, las cuales venían desde el momento en que llega Cuauhtémoc, su zalea, porque lo único que llegó fue su cuerpo sin sangre desde Las Hibueras.

También recogen a los guerreros que iban junto con Cuauhtémoc, porque los difuntos en nuestra cultura son respetados y sagrados.

“Ahora que Don Leopoldo está en su cabeza y corazón, yo quiero que lo lean, porque él deja dicho cómo era un honor el ser guerrerense con nuestra tradición”.

Es excelente nuestra historia, y qué mejor que sea relatada por alguien que ha dedicado toda su vida a la preservación de nuestra identidad.

¿No cree usted?

Por: Teodoro Lavín León / lavinleon@gmail.com / Twitter: @teolavin

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