¿Sí o no, pinche Juvenal, que antes de la pandemia era bonito venir al Seguro? Acá se la pasaba uno todo el día y hasta se hacía uno de amigos; yo siempre venía con mi viejita y jalábamos cafecito y unos tacos para aguantar mientas platicábamos con la gente que todo el día estaba llegando, algunos estaban desde la madrugada apartan[1]do lugar para pasar a consulta entre los primeros.

No es como hoy que todo se hace por cita y ya no hay colas tan grandes. La gente viene a lo que viene y se va como si nada, sin saludar ni mucho menos platicar. - Así es, don Conrado, ese pinche covid nos jodió bien feo, ya ve usted cuánta mortandad hubo. Yo dejé de venir a mis consultas porque daba miedo pensar en contagiarse, ademas de que con el chingado cubre[1]bocas ya no se podía platicar a gusto... así a qué viene uno. - Ya ni me digas, fíjate que al principio yo pensaba que eso del covid era un invento del gobierno y los periodistas para meternos miedo, porque, ah cómo eran de alarmistas en los noticieros, pero tristemente nos tocó que en la familia se enfermaran varios y ya ves que hasta mi viejita se puso muy mal, por poco no la cuenta. - Sí, don Conra, eso supe, que estuvo muy feo lo de su esposa.

En mi familia hubo dos difuntitos, y Dios me perdone por hocicón, pero creo que a ellos les pasó lo que a usted, que creían que todo era puro cuento y no se quisieron vacunar y ya vé cómo terminaron; ahora sé que con esas cosas no se juega. Me acuerdo que se hablaba del regreso a la normalidad y yo pienso que eso ya nunca va a ocurrir.

 La vida no puede ser igual después de tanto muerto y tanto miedo. - Verdad buena que sí, Juvenal, eso es tan cierto que acá estamos solitos platicando en un lugar que antes hervía de gente; mi viejita me dice que pierde más tiempo en arreglarse para venir que lo que tardan en atenderla y regresarse a la casa, por eso mejor me pide que le diga al doctor que me dé sus recetas y yo le lleve las medicinas... por cierto, me dijo que si te veía te preguntara si sabes qué tan cierto es que el pinche Chabelo se murió de covid. - No creo, don Conra, yo creo que se murió de viejito, si hubiera sido de covid lo habrían dicho en la tele, aunque tampoco son confiables esos chismosos... - Ah, cómo serás pendejo, Juvenal, te estoy preguntando por Chabelo el teporocho del barrio, no del cabrón ese que se sentía niño... ¿entonces es cierto que se murió el borrachín? - Jajajajá, ya me pendejió don Conra, yo pensé que hablaba del viejito famoso de las catafixias... Pues fíjese que según sé el Chabelo sí se murió de covid pero yo tengo mis dudas, para mí que fue de una mala borrachera. - Ya decía yo. A ese cabrón el covid no le iba a hacer nada, pues cómo, si estaba sanitizado por dentro de tanto chin[1]gado alcohol... - No se crea, don Conra, lo de su muerte estuvo muy feo.

Pobrecito, como se dice, no tuvo ni en qué caerse muerto, ¿pero sabe qué fue lo más cabrón? - ¿Qué, tú? - Pues nada, que el pinche Chabelo tenía un chingo de tierritas que le heredó su mamá cuando ella murió, y el cabrón nunca los trabajó ni nada, ja[1]más fue a echarles un ojo y todas se llenaron de monte y alimañas. A él esas cosas no le interesaban, siempre se la pasaba tomando y mendigando un taco entre los vecinos. - ¡Ah, chingao, no me digas que ese cabrón de Chabelo era terrateniente!.. ¡Aiga cosa!. - Pues sí, don Conra, pero como estaba acostumbrado a la miseria nunca se preocupó por la herencia. Su vida era to[1]mar y ‘huesear’ en los velorios con la flota a la que les contaba sus chistes pendejos; acuérdese el desmadre que hizo en el funeral de su mamá.

Se la pasó jugando albures y cantando picardías el cabrón. Mi jefecita le llamó la atención y muchas ve[1]ces le aconsejó que vendiera los terrenos para que metiera el dinero al banco y con los intereses tuviera para no pasar hambres en su jevez, pues sin madre ni hijos se las iba a ver muy negras. Él no hacía caso y todo le valía madre, aunque era muy respetuoso con mi jefa y varias veces se acomidió a llevarle leña a cambio de unos tacos y café. - ¿O sea que los terrenos se quedaron intestados?... pa’la madre, Juvenal, de haber sabi[1]do se los hubiera comprado yo, chingao. - Más hubiera valido, don Conra, pues las 30 hectáreas de tierras no quedaron intestadas, ¿sabe quién fue el ganón?. - ¿Quién? - ¿Se acuerda de don Anselmo, el viejillo cabrón que presta dinero a réditos y tiene la piquera donde se juntan todos los borrachines de la colonia?, ah, pues ese miserable se pasó a la báscula muy feo al Chabelo. - ¡No la chingues! ¿Pues qué le hizo ese cabrón de Anselmo? - El viejillo mula le dijo al menso del Chabelo que le llevara las escrituras de sus terrenos para que él se las guardara y a cambio le iba a regalar tres botellas de aguardiente en prueba de buena fe.

 El muy hijito de la chingada todavía le hizo poner sus huellas y una cruz, como si fuera la firma, a un papel donde se convenía la compraventa de los terrenos; le dijo que era para que así nadie pudiera quitarle los derechos de sus propiedades.

Chabelo no sabía lee y estaba muy tomado, como de costumbre, pero le creyó. - O sea que se lo chingaron por teporocho, analfabeta y pendejo. - Ni más ni menos, don Conrado. Si hubiera justicia ese viejo cabrón de don Anselmo tendría que estar en la cárcel por robo y asesinato, pues qué casualidad que la última borrachera de la vida de Chabelo fue con el aguardiente que le dio él; en una de esas ha de haber estado adulterado el alcohol. El viejillo le chingó los terrenos y no dio ni un peso para los gastos del sepelio a pesar de que vio que organizamos una cooperacha con los vecinos y a los chingadazos completamos.

Él nada más se hizo buey y el infeliz ni en el velorio se paró ¿usted cree? -Qué cabrón. Pero no me chingues, pinche Juve, ¿a poco así con los puros papeles se pudo chingar los terrenos el Anselmo?... aunque te voy a decir, a él lo conozco de hace m[1]chos años y sé que sí es capaz pues siempre ha sido ladino y mala sangre, pero de eso ha hacer válida una escritura que no está a su nombre hay un camino que no está tan fácil ni barato.

- Con todo respero, pero ora no me chingue usted a mí, don Conra. Me extraña, chingao, usted sabe cómo se resuelven las cosas por acá; el viejo Anselmo le dio a un notario amigo suyo 5 hectáreas de las 30 que le chingó al pobre Chabelo para que le arreglara los papeles y listo.

Como el difunto no tenía familia todo se le facilitó al par de cabrones, ya hasta empezaron a lotificar para vender los terrenos. Todavía tienen el cinismo de anunciar facilidades de pago en la preventa. - Hijos de la chingada, de veras que hay gente que es como zopilote, pero así les va a ir pues en esta vida todo se paga, mi Juve. De lo que se viene uno a enterar, pobre Chabelo, se lo chingaron re feo y yo creyendo que se había muerto de covid... bien dicen que se peca más con la lengua que con las ofensas al propio Dios. Ni hablar, que en paz descanse el Chabelo. - Así sea... Pero óiga don Conra, ¿ya lo nombraron? ¿ya sabe detrás de quién va a pasar? - ¿A dónde? - Pues a la consulta. - Ah, no vine a eso, me toca hasta fin de mes, sólo pasé a que me sellaran una orden de ultrasonido para mi viejita, pero te vi y quise saludarte. - Muchas gracias. Bueno, pues ya platicamos, salúdeme a su doñita. - Sí, Juve, tú también salúdame a tu esposa. Nos vemos el mes que viene. ¿Sí vas a venir?

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