La tensión entre Estados Unidos y China ha escalado nuevamente tras las recientes declaraciones presidente Donald Trump, quien amenazó con imponer aranceles adicionales del 50% sobre una amplia gama de productos importados desde China. Esta medida sería implementada a partir del 9 de abril, si el gobierno de Pekín no retira las recientes represalias comerciales impuestas contra productos estadounidenses.
Durante un mitin en Pensilvania, Trump fue enfático al señalar que su país no tolerará más abusos comerciales por parte de China, acusando al gigante asiático de prácticas “injustas y manipuladoras”. Según el expresidente, los nuevos aranceles afectarían rubros estratégicos como tecnología, maquinaria, textiles, productos farmacéuticos y electrónicos, con el objetivo de "proteger los empleos y la soberanía económica de EE.UU."
“China ha jugado con reglas sucias durante décadas. Si no se detienen ahora, vamos a golpear su economía donde más les duele”, declaró Trump.
La ofensiva de Trump responde directamente a la decisión de China de aumentar en un 34% los aranceles sobre productos estadounidenses, incluidos alimentos, maquinaria pesada y componentes tecnológicos. Pekín justificó su acción como una respuesta proporcional a las políticas proteccionistas reactivadas por Washington en marzo pasado.
La tensión ha alcanzado tal nivel que Trump también anunció la suspensión de todas las negociaciones bilaterales con China si las medidas no son revertidas antes del 8 de abril.
“No habrá más conversaciones si siguen con estos aranceles. Se acabaron los juegos”, sentenció el exmandatario.
La amenaza ha generado nerviosismo en los mercados financieros: Wall Street registró caídas en los sectores tecnológico e industrial, mientras que las bolsas asiáticas reaccionaron con fuertes pérdidas. Grandes empresas como Apple, Boeing y Caterpillar, que dependen del comercio con China, podrían verse directamente afectadas.
Economistas advierten que esta escalada podría agravar la inestabilidad económica global, interrumpiendo cadenas de suministro y aumentando los precios al consumidor.
“Estamos viendo cómo la política comercial se convierte en arma electoral. Si esto sigue, los efectos pueden sentirse en todo el mundo”, explicó Mariana Villalobos, analista de comercio del Instituto Peterson.
La comunidad internacional observa con preocupación esta situación, ya que una guerra comercial prolongada entre las dos economías más grandes del mundo podría tener repercusiones significativas en el comercio global y en la estabilidad económica internacional.
